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Archivo para Domingo, 2 de julio de 2017

Coge tu cruz y sígueme…

Domingo, 2 de julio de 2017
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No te he negado

Por causa de Tú causa me destrozo
como un navío, viejo de aventura,
pero arbolando ya el joven gozo
de quien corona fiel la singladura.

Fiel, fiel…, es un decir. El tiempo dura
y el puerto todavía es un esbozo
entre las brumas de esta Edad oscura
que anega el mar en sangre y en sollozo.

Siempre esperé Tú paz. No Te he negado,
aunque negué el amor de muchos modos
y zozobré teniéndote a mi lado.

No pagaré mis deudas; no me cobres.
Si no he sabido hallarte siempre en todos,
nunca dejé de amarte en los más pobres.

*

Pedro Casaldáliga,
El Tiempo y la Espera, Sal Terrae 1986

***

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

“El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.”

*

Mateo 10,37-42

***

*

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , ,

“La familia no es intocable”, 13 Tiempo ordinario – A (Mateo 10,37-42)

Domingo, 2 de julio de 2017
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post-manifiesto1-570x333Con frecuencia, los creyentes hemos defendido la «familia» en abstracto, sin detenernos a reflexionar sobre el contenido concreto de un proyecto familiar entendido y vivido desde el Evangelio. Y, sin embargo, no basta con defender el valor de la familia sin más, porque la familia puede plasmarse de maneras muy diversas en la realidad.

Hay familias abiertas al servicio de la sociedad y familias replegadas sobre sus propios intereses. Familias que educan en el egoísmo y familias que enseñan solidaridad. Familias liberadoras y familias opresoras.

Jesús ha defendido con firmeza la institución familiar y la estabilidad del matrimonio. Y ha criticado duramente a los hijos que se desentienden de sus padres. Pero la familia no es para Jesús algo absoluto e intocable. No es un ídolo. Hay algo que está por encima y es anterior: el reino de Dios y su justicia.

Lo decisivo no es la familia de carne, sino esa gran familia que hemos de construir entre todos sus hijos e hijas colaborando con Jesús en abrir caminos al reinado del Padre. Por eso, si la familia se convierte en obstáculo para seguir a Jesús en este proyecto, Jesús exigirá la ruptura y el abandono de esa relación familiar: «El que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí. El que ama a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí».

Cuando la familia impide la solidaridad y fraternidad con los demás y no deja a sus miembros trabajar por la justicia querida por Dios entre los hombres, Jesús exige una libertad crítica, aunque ello traiga consigo conflictos y tensiones familiares.

¿Son nuestros hogares una escuela de valores evangélicos como la fraternidad, la búsqueda responsable de una sociedad más justa, la austeridad, el servicio, la oración, el perdón? ¿O son precisamente lugar de «desevangelización» y correa de transmisión de los egoísmos, injusticias, convencionalismos, alienaciones y superficialidad de nuestra sociedad?

¿Qué decir de la familia donde se orienta al hijo hacia un clasismo egoísta, una vida instalada y segura, un ideal del máximo lucro, olvidando todo lo demás? ¿Se está educando al hijo cuando lo estimulamos solo para la competencia y rivalidad, y no para el servicio y la solidaridad?

¿Es esta la familia que tenemos que defender los católicos? ¿Es esta la familia donde las nuevas generaciones pueden escuchar el Evangelio? ¿O es esta la familia que también hoy hemos de «abandonar», de alguna manera, para ser fieles al proyecto de vida querido por Jesús?

José Antonio Pagola

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“El que no coge su cruz no es digno de mí. El que os recibe a vosotros me recibe a mí.”. Domingo 2 de julio de 2017 13º Ordinario

Domingo, 2 de julio de 2017
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36-ordinarioa13Leído en Koinonia:

2Reyes 4, 8-11. 14-16a: Ese hombre de Dios es un santo, se quedará aquí.
Salmo responsorial: 88: Cantaré eternamente las misericordias del Señor.
Romanos 6,3-4.8-11: Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que andemos en una vida nueva.
Mateo 10,37-42: El que no coge su cruz no es digno de mí. El que os recibe a vosotros me recibe a mí.

Las exigencias de la cruz cambian para cada generación de creyentes. En la época de Jesús existía la amenaza inminente de la muerte ignominiosa, bien fuera por la cruz, la espada o la lapidación. Los cristianos eran vistos como una amenaza para el imperio y, con frecuencia, se les acusaba falsamente de sedición. Con el tiempo, la pena capital fue cambiando de modalidad y sus cuerpos fueron quemados en locales públicos, o arrojados a leones, osos, tigres, toros y toda clase de fieras. Todas estos intentos de bloquear, anular o eliminar la novedad del evangelio fueron vanos porque la fuerza del cristianismo radica en la cruz de Cristo.

Los cristianos de los primeros siglos no anunciaban religiones de salvación, ni sanaciones individuales ni ritos de purificación. Aunque ellos anunciaran la universalización de la obra salvadora, curaran enfermos y tuvieran el símbolo del bautismo como rito de iniciación, lo que los hacía diferentes era su radical denuncia de la injusticia. Anunciar a un Mesías crucificado era, y es, ir en contra de todos los parámetros sociales, de las buenas costumbre e, incluso, de los preceptos de la religión. Ellos anunciaban como redentor a uno que el sistema lo había proscrito, condenado y sentenciado al escarnio público. El anuncio de un Mesías Crucificado era, en realidad, una denuncia vehemente de un sistema de creencias, valores e instituciones que habían hecho de la violencia, la mentira y la opresión los valores indiscutibles de la organización social. ¿Cómo iban a ver con buenos ojos las autoridades de Jerusalén, los gendarmes del imperio y el pueblo alienado que un individuo apoyado por un pequeño grupo de hombres y mujeres cuestionara directamente sus valores y anunciara que otra sociedad era posible? Imposible para la gente, pero no para Dios.

Las comunidades cristianas desde el inicio tuvieron conciencia de la magnitud de la tarea a la que se enfrentaban. La experiencia del resucitado les llevó rápidamente a descubrir que debían superar los límites de las comunidades palestinas y lanzarse a la misión universal; debían dar prioridad a la construcción de las comunidades y dejar a un lado la tentación de construirse edificios; debían enfocarse sobre los grupos excluidos y marginados y dejar de lado los centros de poder; debían asimismo retomar las opciones fundamentales de Jesús y hacerlas vida en todos los rincones del imperio. Por eso, las exigencias para seguir a Jesús se fueron formulando con una claridad y precisión asombrosas en cada comunidad. Los contenidos fundamentales se fueron adecuando a cada contexto histórico y cultural pero sin atenuar las características esenciales del mensaje.

Por tanto, no debe sorprendernos que Mateo nos diga con tanta ‘dureza’ las exigencias del seguimiento de Jesús. El evangelista retoma las tradiciones del evangelio y las actualiza de acuerdo con el lenguaje y necesidades de su comunidad. Sus palabras hieren, como el antiséptico sobre la eterna llaga, pero tienen una virtud medicinal: nos liberan de nuestros propios prejuicios y apegos.

Cuando Mateo nos dice que quien ama más a sus parientes que a Jesús no es digno de él, nos revela un problema de su comunidad. El pueblo judeocristiano, tiene una estima desmesurada por los de su propia sangre. Un afecto que fácilmente se convierte en apego paralizante. El texto usa en griego la palabra filia para denominar este afecto. Pero el proyecto de Jesús pide más: pide un amor enfocado hacia el prójimo, un amor que supere los lazos de sangre, el parentesco y la raza. Un amor como el que Dios nos tiene y que en griego se llama ágape. El cristiano que no sea capaz de trascender los estrechos limites de la familia, de la raza o de la nación, no está habilitado para experimentar y dar el amor solidario que propone el evangelio. Y por esa misma razón, el amor a Jesús no se reduce a la pura dimensión íntima, individual y privada. Amar a Jesús es amar lo que él amó, su proyecto, su ideal, su Utopía, el «Reinado de Dios», como él acostumbró a llamarla, con las palabras tradicionales de los profetas. Amar a Jesús es amar a las personas que él amó: pobres, marginados, excluidos, enfermos, abatidos, endemoniados, extranjeros. El amor de Jesús era tan grande que llegó a amar incluso a aquellos que se declararon sus enemigos. Un amor que hoy nos puede parecer desorbitado, desnaturalizado, extremo, pero que para nuestra dicha y quebranto es el amor con el que Dios nos ama. Un amor sin el cual no podemos llamarnos discípulos de Jesús.

Pablo simboliza muy bien la radicalidad del amor cristiano mediante la comparación entre la muerte y la inmersión bautismal. Ser cristiano es morir a todos los apegos irracionales hacia la propia familia, raza o nación, incluso es morir hacia un apego desordenado hacia sí mismo. La novedad cristiana se manifiesta en esa transformación sustancial de las relaciones humanas, en la resurrección a una vida nueva llena de afectos, proyectos y estilos de vida completamente volcados hacia la humanidad sufriente y marginada. Con Cristo morimos a una humanidad caduca y sin esperanza para resucitar en una nueva humanidad libre y generosa en la que el límite es el cielo, donde no hay límite. Leer más…

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2.7.17. El fuego de Jesús. Quien ame a su padre o a su madre más que a mí…

Domingo, 2 de julio de 2017
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19399260_815457485298112_1294603559265818618_nDel blog de Xabier Pikaza:

Este yo de Jesús (más que a mí) es el “yo” universal de los hambrientos y sedientos, de los exiliados/extranjeros y desnudos, de los enfermos y encarcelados… Quien ame sólo a sus padre y hermanos y olvide a los pobres del mundo… no es digno de Jesús, es decir, de su mensaje y camino de evangelio.

Así lo proclama el evangelio de este domingo, que recoge las dos últimas partes del final del sermón misionero (Mt 10, 1-42)… que incluye tres pasajes poderosos (10, 34-36; 10, 37-39; 10, 40-42) que destacan el carácter histórico y definitivo del envío eclesial de Jesús, , que identifica su camino con el camino de todos los pobres del mundo (cf. 25, 31-46).

Por eso quiero evocar los tres pasajes (y no sólo los dos últimos), como hace la liturgia de este domingo. Esos pasajes, que Mateo sitúa al final del discurso misionero, repiten y sitúan temas en parte conocidos, que provienen básicamente del Q, menos el tercero, propio de Mateo, aunque con elementos de Marcos.

Sigo recogiendo temas de mi comentario de Mateo, una lectura fuerte, para aquellos que quieran vivir el evangelio…

–En conjunto, un tipo de iglesia, ha querido más a su padre y a su madre (es decir, a sus propias instituciones) que a los pobres-hermanos de Jesús (es decir, se ha querido a sí misma más que a Jesús).

19424015_815486065295254_3382955844555456564_n— Una tipo de sociedad actual… se quiere a sí misma (quiere sus privilegios) por encima del “yo” de Jesús, que son los pobres, hambrientos, extranjeros, desnudos, enfermos… así nos va.

Por eso estamos en crisis… pero una crisis positiva, si redescubrimos el evangelio, como hemos de hacer, con temblor y gran gozo, este domingo. Buen día a todos.

1. No he venido a traer paz, sino espada (10, 34-35).

Superando la vieja familia sacral (que protege a los suyos) ha elevado Jesús su propuesta de comunidad abierta a todos, y de un modo especial a los carentes de familia. Ciertamente, reconoce el valor de la casa y la incluye en su proyecto misionero (Mt 10, 12-13; cf. Mc 6, 10); pero, al mismo tiempo, supera un tipo de “buena” casa-familia, que expulsa a los marginados. Por eso, su mensaje de concordia introduce una fuerte escisión en la estructura social precedente, incluso al interior de las familias (Lc 14, 16-24; cf. Lc 2, 35; Mc 13, 8).

10 34 No penséis que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz, sino espada; 35 he venido a enfrentar al hombre con su padre, y a la hija con su madre, y a la nuera con su suegra. Y los enemigos del hombre serán los de su propia casa

Este pasaje proviene del Q (Lc 12, 51-53) y contiene una clara paradoja. Ciertamente, en un sentido profundo, Jesús ha venido a traer la paz mesiánica, y así lo han de anunciar sus mensajeros (cf. 10, 13). Pero esa paz sólo puede alcanzarse a través de una espada (ma,caira) que deshace y supera las conexiones antiguas Ciertamente, no será la espada de los soldados de Dios, que vencerán un día al imperio de Roma en el campo de batalla, como la del Dios de Josué (Js 5, 13-15) o la de los macabeos (2 Mac 15, 16-18), ni la espada de aquel que intentará “defender” a Jesús en el Huerto de los Olivos, porque a espada mueren los que empuñan la espada (Mt 26, 52).

Sólo el evangelio de Mateo ha insistido en esta espada del Cristo de Dios, que Hbr 4, 12 in-terpretará de manera interior, como cuchillo que penetra en la intimidad radical de la persona. Pues bien, aquí se trata de la espada que se introduce en el interior de la familia (un tipo de comunidad cerrada en sí), que Jesús ha venido a superar, aunque podía tener elementos buenos, pero que se hallaba vinculada a la expulsión de los pobres y al enfrentamiento con las otras naciones y familias.

La espada de Jesús divide y distingue con más fuerza que la espada del César, pero lo hace para crear una paz en la que todos pueden ser asumidos. Ésta es la espada de una lucha que no se despliega en un plano militar, ni se resuelve derrotando a Roma, pero que tampoco acepta su “justi-cia” (como supone la glosa de Rom 13, 4), sino que rompe y supera un tipo de familia clausurada en sí, para crear otra en la que quepan todos, empezando por los excluidos de la sociedad judía o romana.

Esas palabras (he venido a traer la espada) proclaman y definen la guerra de Jesús, que no es un combate entre naciones (semejantes unas a las otras), ni entre el mesianismo de Jesús y el judaísmo establecido (de tipo rabínico), sino entre una familia cerrada en sí (que condena a la otras), y una familia que se abre a todos, desde los privilegiados de Jesús, los pobres, pequeños y distintos…

La espada de Jesús se opone a un tipo de imposición particular, familiar y social, que hace imposible el surgimiento de la verdadera comunión de Dios y con todos los hombres. La espada de Jesús está al servicio de la gratuidad y del amor a todos, empezando por los excluidos y pequeños, para terminar incluyendo a los mismos enemigos (a los que en un primer momento parecía rechazar 25, 31-46). Mateo ha situado este proyecto de revolución familiar hacia el final del discurso misionero, tras haber resaltado la necesidad de “confesar al Hijo del Hombre”, representante de los pobres y expulsados (Mt, 10, 32-33), superando así un tipo de vinculación familiar que se cierra en sí misma. La espada de Jesús ha venido a romper (superar y recrear) tres tipos de vinculación fundamental, retomando en otro contexto un elemente clave de la crisis escatológica anunciada por Miq 7, 6:

‒ La espada de Jesús divide al hombre (anthropos) con su padre. Ésta es la más honda vinculación según ley (la establecida entre padre e hijo) y es la primera que debe ser superada, de forma que los seres humanos han de enfrentarse con su padre (kata tou patros) para ir más allá de una estructura patriarcal dominadora.

‒ Y a la hija con su madre. Esta ruptura es como la anterior, en línea femenina, pues la hija debe enfrentarse con su madre, para no repetir el mismo esquema de poder, rompiendo (superando y recreando, de un modo distinto) de relaciones entre madres e hijas, en línea de salvación universal.

‒ Y a la nuera con su suegra. Ésta es la tercera gran ruptura, dentro de una familia en la que, tras un casamiento regulado por ley, la madre (especialmente viuda) que sigue viviendo en la casa del hijo continúa siendo dueña de la casa (gebyra), en línea de poder .

Este pasaje, inspirado en Miq 7, 6 y que aparece en Lc 12, 51-3, pero sin citar la espada, y po-niendo en su lugar la división (diamerismo,n) expresa la ruptura escatológica que conduce a la crisis de familia, de manera que “los enemigos del hombre serán los de su propia casa” (palabras que significativamente Lc 12, 51-53 tampoco ha citado, para no insistir tanto en la división familiar de Jesús). Esta triple espada no tiene sólo una función destructora, sino también (y sobre todo) creadora, al servicio de la nueva familia universal del Reino, superando, al fin, todo talión y toda venganza:

‒ Es una ruptura dolorosa, destructora, la mayor que puede darse en este mundo, desde la perspectiva del judaísmo tradicional, donde la familia era el signo básico de Dios (en línea de Ley de genealogía). En esa perspectiva se había situado Miqueas y sigue situándose la comunidad cristiana (a partir de Jesús), sabiendo que la división de familias resulta más dolorosa y dura que la caída de naciones e imperios, que son, al fin, estructuras derivadas. Mientras siga habiendo familia seguirá habiendo humanidad, pero esa misma familia puede ser fuente de conflictos, de manera que resulte necesaria dentro de ella una ruptura y división más honda, para que pueda surgir la nueva comunidad de Reino, que promueve y busca Jesús.

‒ Ésta es una ruptura creadora, pues está al servicio del surgimiento de una comunión más alta de personas. No es ruptura de simple muerte, sino de nuevo nacimiento. Por experiencia de evangelio, es decir, para hacer posible el surgimiento de una comunión universal, que incluya a los enfermos y pobres (y a los mismos pecadores) los creyentes han de romper un tipo de unidad familiar impositiva de padre-hijo, madre-hija, suegra-nueva, a fin de que surja una familia distinta, de tipo mesiánico, abierta en forma universal, como seguiremos viendo en los textos centrales del Mateo, desde 12, 46-50 y 19, 27-30 hasta 25, 31-46 (reinterpretado en línea de perdón universal, desde el relato de la muerte y resurrección de Jesús). El cambio mesiánico iniciado por Jesús no comienza en un plano político o militar, sino en la misma familia. Leer más…

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Indignidad, acogida y recompensa. Domingo 13 TO. Ciclo A

Domingo, 2 de julio de 2017
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vaso-de-aguaDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El largo discurso dirigido a los apóstoles (resumido en los domingos 11-13) termina con una serie de frases de Jesús que son, al mismo tiempo, muy severas y muy consoladoras. Las severas se dirigen a los apóstoles; las consoladoras, a quienes los acogen.

¿Quién no es digno de Jesús?

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:

-«El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí;

el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí;

y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí.

El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará.

            La sección comienza con tres frases que terminan de la misma manera: “no es digno de mí”. Las dos primeras están muy relacionadas: no es digno de Jesús el que ama a su padre o a su madre más que a él, o el que ama a sus hijos o a su hija más que a él.

            Una leyenda cruel ayuda a explicar la postura de Jesús

            En el libro del Éxodo se cuenta que, mientras Moisés estaba en el monte Sinaí recibiendo del Señor las tablas de la Ley, los diez mandamientos, el pueblo, cansado de esperar, decidió fabricar un becerro de oro y adorarlo. Cuando Moisés baja del monte y contempla el espectáculo, rompe las tablas, se planta a la puerta del campamento y grita: «¡A mí los del Señor! Y se le juntaron todos los levitas.» Moisés les ordena: «Ciña cada uno la espada; pasad y repasad el campamento de puerta en puerta, matando, aunque sea al hermano, al compañero, al pariente». Los levitas cumplieron las órdenes de Moisés y este, al final, les dice: «¡Hoy os habéis consagrado al Señor a costa del hijo o del hermano, ganándoos hoy su bendición» (Éxodo 32,25-29).

            El historiador moderno duda que los levitas tuvieran espadas en el desierto y que llevaran a cabo esta matanza. Pero los antiguos no eran tan críticos. Aceptaban las cosas que se contaban, e incluso alaban a los levitas, ya que en un caso de grave conflicto entre los vínculos familiares y la fidelidad a Dios, optaron por lo segundo: «Dijeron a sus padres: ‘No os hago caso’; a sus hermanos: ‘No os reconozco’; a sus hijos: ‘No os conozco’. Cumplieron tus mandatos y guardaron tu alianza» (Deuteronomio 33,9).

            Se podría decir que Jesús exige a sus discípulos la misma actitud de los levitas. Pero hay dos diferencias importantísimas: 1) Jesús no ordena matar a los padres o a los hermanos en caso de conflicto. 2) Los levitas se comportaron así por fidelidad a los mandatos de Dios y a su alianza; los discípulos deben hacerlo por amor a Jesús. Al exigir este amor superior al de los seres más queridos, Jesús se está poniendo al nivel de Dios, al que hay que amar sobre todas las cosas. Los primeros cristianos, en momentos de persecución, se vieron a veces en la necesidad de optar entre el amor y la fidelidad a Jesús y el amor a la familia. La elección era dura, pero muchos la hicieron, convencidos de que recuperarían a sus padres e hijos en la vida futura. (La misma fe que confiesan la madre y sus siete hijos en el Segundo libro de los Macabeos, capítulo 7).

            La frase siguiente (“el que no coge su cruz…”) también se entiende mejor a la luz del texto del Deuteronomio. En él se dice que los levitas, por haber mostrado esa fidelidad a Dios, recibieron un gran premio y dignidad: “Enseñarán tus preceptos a Jacob y tu ley a Israel; ofrecerán incienso en tu presencia y holocaustos en tu altar.” Jesús no promete nada de esto a sus discípulos. Añade una nueva exigencia, mucho más dura: ya no se trata de posponer a los seres queridos sino de renunciar a la propia vida, con la seguridad de recobrarla en el futuro.

Acogida y recompensa

            El que os recibe a vosotros me recibe a mí,

y el que me recibe, recibe al que me ha enviado.

El que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta;

y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo.

El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro.»

            La última parte se dirige a las personas que acojan a los discípulos: recibirlos a ellos equivale a recibir a Jesús y recibir al Padre. Estas palabras los sitúan muy por encima de profetas y justos, los grandes personajes religiosos de la época. La primera lectura cuenta como un matrimonio de Sunám decidió acoger en su casa al profeta Eliseo cuando pasaba por el pueblo; le construyeron una habitación en el piso de arriba y le proporcionaron una cama, una silla, una mesa y un candil. Una gran inversión para aquel tiempo. Pero recibieron su recompensa con el nacimiento de un hijo.

            En comparación con Eliseo, los discípulos pueden parecer unos “pobrecillos” sin importancia. A nadie se le ocurrirá darles alojamiento permanente. Pero basta un vaso de agua fresca (algo muy de agradecer cuando no existen bares ni agua corriente en las casas) para que esas personas reciban su recompensa.

Resumen

            Si en la primera parte entreveíamos los grandes conflictos familiares provocados por las persecuciones, en este final intuimos lo que experimentaron muchas veces los misioneros cristianos: la acogida amable y sencilla de personas que no los conocían. De estos últimos versículos, solo uno tiene paralelo en el evangelio de Marcos. El resto es original de Mateo, que ha querido redactar un final consolador, para dejarnos al final de este duro discurso un buen sabor de boca.

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Domingo XIII. 1 Julio, 2017

Domingo, 2 de julio de 2017
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“Quien encuentre su vida, la perderá, y quien pierda su vida por mí, la encontrará.”

(Mt 10, 37-42)

El evangelio de este domingo es un evangelio del “mundo al revés”. Jesús, que está hablándoles a sus discípulos, invierte el orden lógico, le da la vuelta a todo.

Perder resulta que significa ganar y encontrar perder. Lo que viene a decirnos que la lógica del Reino es siempre sorprendente. Nada convencional.

Por eso requiere de opciones que se “salen” de toda lógica humana, como puede ser el anteponer el amor a Jesús a cualquier otro vínculo por estrecho que sea. “Quien quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí.”

Y estas palabras, que de buenas a primeras pueden llegar a sonar un poco “rancias”, tienen un profundo sentido. Jesús no nos está diciendo que no amemos a nuestros padres o a nuestros hijos, no.

La propuesta de Jesús es que aprendamos a amar de manera diferente. Nos invita a amarnos, a amar a las demás personas, como él las ama. Como Dios las ama.

No se trata de renunciar al amor de nuestras familias, todo lo contrario. Se trata de amarlas más profundamente. Se trata de amar con un amor inclusivo. Como el de Dios Trinidad.

Un amor que siente como propias las alegrías y también los sufrimientos de las demás personas. Que se sabe poner en el lugar de la otra y desde ahí comprender. Servir y aliviar.

Es este amor el que hace que Dios cuando nos mira a cada una de nosotras vea la viva imagen de su Hijo querido Jesús.

Y solo ese amor será el que nos capacite para descubrir en las demás personas. En todas las demás personas. La imagen y semejanza de Dios.

Así podemos ofrecer un vaso de agua fresca o recibir a alguien como quien recibe la visita del Buen Jesús.

Oración

Gracias, por enseñarnos a amar como TÚ amas.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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El amar de Dios no es relación, no hay distinción entre objeto y sujeto.

Domingo, 2 de julio de 2017
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0_hospitalidadeMt 10, 37-42

Hace años empleaba yo, en el comentario a este evangelio, palabras como estas: exigencia, radicalidad, renuncia. Hoy considero que ese lenguaje es inadecuado. Jesús no nos pide que renunciemos a nada, sino que elijamos lo mejor. Si elegimos bien, alcanzaremos la plenitud de humanidad, dentro de nuestras posibilidades. El evangelio de hoy propone, en fórmulas concisas, varios temas esenciales para el seguimiento de Jesús. Todos tienen mucho más alcance del que podemos sospechar a primera vista. No podemos tratarlos todos. Vamos a detenernos en el primero y diremos algo sobre otros.

El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí. Sería interminable recordar la cantidad de tonterías que se han dicho sobre al amor a la familia y el amor a Dios. El amor a Dios no puede entrar nunca en conflicto con el amor a las criaturas, mucho menos con el amor a una madre, a un padre o a un hijo. Como siempre, el error parte de la idea de un Dios separado, Señor y Dueño que plantea sus propias exigencias frente a otras instancias que requieren las suyas.

Ese Dios es un ídolo, y todos los ídolos llevan al hombre a la esclavitud, no a la libertad de ser él mismo. Hay que tener mucho cuidado al hablar del amor a Dios o a Cristo. En el evangelio de Juan está muy claro: “Un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros como yo os he amado”. Creer que puedo amar directamente a Dios es una quimera. Solo puedo amar a Dios, amando a los demás, amándome a mí mismo como Dios manda. Jesús no pudo decir: tienes que amarme a mí más que a tu Hijo.

El evangelio nos habla siempre del amor al “próximo”. Lo cual quiere decir que el amor en abstracto es otra quimera. No existe más amor que el que llega a un ser concreto. Ahora bien, lo más próximo a cada ser humano son los miembros de su propia familia. La advertencia del evangelio está encaminada a hacernos ver que desplegar a tope esos impulsos instintivos, no garantiza el más mínimo grado de calidad humana. Pero sería un error aún mayor el creer que pueden estar en contra de mi humanidad. Aquí está la clave para descubrir por qué se ha tergiversado el evangelio, haciéndole decir lo que no dice.

El evangelio quiere decir, que el amor a los hijos o a los padres puede ser un egoísmo camuflado que busca la seguridad material o afectiva del ego, sin tener en cuenta a los demás. El “amor” familiar se convierte entonces en un obstáculo para un crecimiento verdaderamente humano. Ese “amor” no es verdadero amor, sino egoísmo amplificado. No es bueno para el que ama con ese amor, pero tampoco es bueno para el que es amado de esa manera. El amor surge cuando el instinto es elevado a categoría humana.

Lo instintivo no va contra la persona, más que cuando el hombre utiliza su mente para potenciar su ser biológico a costa de lo humano. El hombre puede poner como objetivo de su existencia el despliegue exclusivo de su animalidad, cercenando así sus posibilidades humanas. Esto es degradarse en su ser especifico humano. Cuando estamos en esa dinámica y, además, queremos meter a los demás en ella, estamos “amando” mal, y ese “amor” se convierte en veneno. Esto es lo que quiere evitar el evangelio. Nada que no sea humano puede ser evangélico. No amar a los hijos o a los padres no sería humano.

Un verdadero amor nunca puede oponerse a otro amor auténtico. Cuando un marido se encuentra atrapado entre el amor a su madre y el amor a su esposa, algo no está funcionando bien. Habrá que analizar bien la situación, porque uno de esos amores (o los dos) está viciado. Si el “amor a Dios” está en contradicción con el amor al padre o a la madre, o no tiene idea de los que es amar a Dios o no tiene idea de lo que es amar al hombre. Sería la hora de ir al psiquiatra. ¡A cuántos hemos metido por el camino de la esquizofrenia, haciéndoles creer que, lo que Dios les pedía, era que odiara a sus padres!

El que quiera salvar su vida la perderá, pero el que la pierda por mí, la encontrará. Ya hemos dicho alguna vez que en griego hay tres palabras que nosotros traducimos por vida, “Zoe”, “bios” y “psiques”. El texto no dice zoe ni bios, sino psiques. No se trata, pues, de la vida biológica, sino de la vida psicológica, es decir, del hombre capaz de relaciones interpersonales. En ningún caso se trataría de dejarse matar, sino de poner tu humanidad al servicio de los demás. Esto no sería “perder”, sino “ganar” humanidad. Quien pretenda reservar para sí mismo su persona (ego) está malogrando su propia existencia, porque pasará por ella sin desplegar su verdadera humanidad.

No quiero terminar sin decir una palabra sobre la gratuidad. El ofrecer “un vaso de agua fresca” a un desconocido que tiene sed, puede ser la manifestación de una profunda humanidad. El dar “sin esperar nada a cambio” es el fundamento de una relación verdaderamente humana. En nuestra sociedad de consumo nos estamos alejando cada vez más de esta postura. No hay absolutamente nada que no tenga un precio, todo se compra y se vende. Nuestra sociedad está montada de tal manera sobre el “toma y da acá”, que dejaría de funcionar si de repente la sacáramos de esa dinámica.

La misma institución religiosa está montada como un gran negocio, en contra de lo que decía uno de estos domingos el evangelio: “Gratis habéis recibido, dad gratis”. Hoy todos estamos de acuerdo con Lutero, en su protesta contra bulas e indulgencias, pero seguimos cobrando un precio por decir una misa de difuntos. Es verdad que debemos insistir en la colaboración de todos para la buena marcha de la comunidad, pero no podemos convertir las celebraciones litúrgicas en instrumentos de recaudación.

La manera de hablar semita, por contrastes mientras más excluyentes mejor, nos puede jugar una mala pasada si entendemos las frases literalmente. Lo que es bueno para el cuerpo, es bueno también para el espíritu. La lucha maniquea que nos han inculcado no tiene nada que ver con la experiencia de Jesús.

El objetivo primero de todo ser vivo, es mantenerse en el ser. Tres mil ochocientos años de evolución han sido posibles gracias a esta norma absoluta. La misma evolución ha permitido al ser humano ir más allá y puede lograr esa misma meta conscientemente. Todo lo que le acerca a ese objetivo le puede causar satisfacción y en definitiva, felicidad. Por lo tanto la raíz última de todo acto bueno está en la misma biología, no es contrario a ella. Nada más falso que una lucha entre lo biológico y lo espiritual.

La trampa en la que puede caer el ser humano es que puede quedarse en el placer inmediato que le proporciona satisfacer las necesidades de su biología y perder de vista el bien total del individuo a más largo plazo. Ahí está la causa de tanto desajuste en la conducta humana. Debemos tomar conciencia de que lo que es malo a largo plazo, no puede ser bueno de ninguna de las maneras.

Meditación

El amor puramente teórico no tiene consistencia.
Un vaso de agua puede ser la manifestación más auténtica de amor.
No tiene importancia ninguna lo que hagas.
Lo que vale de veras es la actitud de entrega en lo que hagas.
El amor es anterior a cualquier manifestación del mismo,
pero siempre busca la forma de manifestarse.
Un amor puramente teórico es siempre engañoso.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Cordial acogida

Domingo, 2 de julio de 2017
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images¿Podrán los que acogemos día tras día hallar en nosotros a hombres que son reflejo de Cristo, nuestra paz? (Hermano Roger de Taizé)

2 de Julio. XIII domingo del TO

Mt 10, 37-42

Quien os recibe a vosotros a mí me recibe; quien me recibe a mí recibe al que me envió

La acogida cordial de los enviados por Dios para llevar su palabra profetas, apóstoles aparecen en la primera lectura de hoy y en el Evangelio. Dios premia esa acogida (el hijo de la sunamita: “Ese que viene siempre por casa es un santo hombre de Dios. Si te parece, le haremos en la azotea una pequeña habitación” (2 Re 4, 9-10), y el que recibe a los discípulos enviados por Cristo recibe a Cristo mismo, y el que recibe a Cristo recibe al Padre que lo ha enviado y tendrá su premio (Mt 10, 40). Acojamos bien, pues, a cuantos pasan por nuestra vida sembrando la fructífera semilla del Evangelio.

El ex-benedictino, místico y maestro zen, Willigis Jäger, escribió en su obra Adónde nos lleva nuestro anhelo: la mística del siglo XXI que la mayoría de la gente pierde la ocasión de crecer y madurar como persona, prefiriendo quedarse estancada en sus viejos patrones doctrinales. Este texto trae a mi memoria la experiencia personal vivida hace algún tiempo. Era una tarde en la que los rayos del sol caían como losas sobre mis espaldas en el campo. Busqué el alivio del frescor de las sombras en el bosque también allí el aire era sofocante y me tumbé bocarriba sobre el césped. Soñé que mi cuerpo dolorido estaba yerto, mis párpados cerrados y sin poder decir palabra con mis labios. Incapaz de levantar los brazos y de alcanzar la madurez como persona, que Jäger con tanto celo proponía.

El término acogida hace referencia, tanto a dar hospitalidad como a aceptar la palabra proclamada por Jesús y sus discípulos en el Evangelio. En realidad, como dice Pedro Olalde en su libro Palabra interpelante, estamos hablando de las personas que valoran la dimensión profunda de la vida, en la que el amor, la solidaridad, la verdad, los pobres, son asumidos y vividos desde el interior.

El suizo Hermano Roger, un modelo de acogida a refugiados que escapaban de la Primera guerra mundial inició tan evangélica tarea junto con su hermana Geneviève. En 1944 se le unen los primeros hermanos, y fundan la Comunidad de Taizé. Su propósito: hacer de la Tierra un lugar más habitable.

La misión de todos estos mensajeros es hacer a Jesús, su Mentor y Maestro, presente entre los hombres. En Mateo 10, 40, el propio Jesús sale garante de tan merecida recompensa: “Entonces el rey dirá: Venid benditos de mi Padre a heredar el reino preparado para vosotros… Porque tuve hambre y me disteis de comer… era inmigrante y me acogisteis…”

En nuestro Poema de hoy queremos un despertar del sueño Apostólico y Romano, y queremos que suene la voz de la regeneración de nuestra fe e Iglesia, al grito de: ¡¡¡Océano Católico a la vista…!!!

“Jesús respondió: Id a informar a Juan de lo que oís y veis: ciegos recobran la vista, cojos caminan, leprosos quedan limpios, sordos oyen, muertos resucitan, pobres reciben la Buena Noticia” (Mt 11, 4-5)

MAESTRO DE OFICIOS HUMANITARIOS

Un día decidiste,
con una visión trascendental del mundo,
convertirte en Maestro
de Oficios Humanitarios.

Manualidades de cuerpo y alma
tallando y torneando hombres.

Y, entre tanto,
la barca de Pedro –y nosotros en ella–
erre que erre a golpe de remo
en el aldeano Lago Tiberíades,
como si nada
hubiera ocurrido en veinte siglos.

Que en el puente de mando despertemos
del sueño Apostólico y Romano,
y suene la voz de…

¡¡¡Océano Católico a la vista…!!!

(Evangélico Cuarteto. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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La radicalidad evangélica no es para todos.

Domingo, 2 de julio de 2017
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14437838828006Hay páginas del evangelio que nos desconciertan profundamente y preferiríamos que no estuvieran ahí. Nos parece que las tenemos que “justificar” como si fueran una exageración, una salida de tiesto que hay que arreglar.

En continuidad con el evangelio del domingo pasado Jesús apunta a una radicalidad que no es para “todos”. Jesús, o la interpretación de sus palabras hecha por las primeras comunidades cristianas, desmontan la familia patriarcal que es el origen de las diferentes escalas de jerarquía en todos los ámbitos de la sociedad.

Partiendo de que para Jesús Dios no es un Dios todopoderoso, como un Rey que ejerce su autoridad y subyuga a sus súbditos, sino un Padre, una Madre que ama profundamente y que busca la igualdad de todos y todas, este Reino que anuncia provoca disputas, enfrentamientos y violencia. ¿Por qué, si la base es el amor, el respeto, el bien común? Porque esa “igualdad” es lo que el sistema no está dispuesto a admitir.

Por eso suenan a tremenda exigencia sus palabras: “El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí”. (Mt 10, 37) ¿A qué amor se está refiriendo? ¿Podemos medir el amor? Yo creo que se refiere a la pasión por vivir y crear reino. Y eso pasa por encima del amor a los más cercanos que es muy lícito pero no lo es todo. Por eso el proyecto de Jesús no es para todos, sino para los que preguntan como el joven rico: “¿Qué tengo que hacer para heredar la vida definitiva?” (Mc 10, 17). Hay que asegurarse de querer oír la respuesta porque Jesús es muy radical, no combina, llega hasta las últimas consecuencias y quienes se precian de seguirle no pueden aspirar a menos.

¿Es el proyecto de Jesús el proyecto de mi vida? ¿En qué se concreta?

“El que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí”. Mt 10:38. El seguir a Jesús tiene unas consecuencias que tienen que ver más con opciones que con las circunstancias de la vida. Hemos banalizado tanto la palabra “cruz” que ha perdido su significado real. Una cruz no es la enfermedad, la pérdida de trabajo, la dificultad de educar a los hijos… Todo eso es parte de la vida de toda persona tanto si es creyente como si no. Es peligroso tener una imagen de Dios “intervencionista” que nos “manda esto o lo otro”

No, la cruz es otra cosa. Es la consecuencia de las opciones que tomo por vivir el reino de una forma más radical. Las dificultades que experimento porque mi familia y los más cercanos no me entienden y creen que ya no les amo. La pérdida forzada o voluntaria de mi trabajo porque mi conciencia no me permite seguir haciendo cosas que no apruebo. Y tantas otras opciones personales y comunitarias que vamos tomando a la luz del evangelio.

Por eso decía al principio que esa radicalidad de Jesús no es para todos… Lo que pasa es que nos ha venido muy bien decir que era para los “curas y las monjas” y criticar desde nuestro sillón la falta de coherencia: Si los que nos van por delante son así, ¿qué se puede esperar del resto? Ese cristianismo que se nos ha asignado junto con el carnet de identidad está a punto de caducar. Ya es hora de hacer una opción personal con todas las consecuencias.

Hace unas semanas se nos llenaba la boca al hablar de un joven español que perdió la vida en los atentados de Londres para salvar la de otros. Ayer celebraban en Portugal el funeral de un bombero que perdió su vida por intentar salvar en vano la vida de una familia…

Resulta curioso que en nuestro país donde la fe tiene muy poco “prestigio” y mucha gente no quiere que se le identifique como cristiano, somos según las estadísticas, de los países más dados al voluntariado, a socorrer a nuestros semejantes ante cualquier tipo de desgracia y pioneros en donación de órganos para salvar la vida de otros. No por religión sino por humanidad.

Ese rechazo visceral de la religión, incluso de las generaciones más jóvenes que no han tenido ningún contacto con la iglesia, nos habla de un acomodo del evangelio a nuestros intereses personales que hace rechazar el cristianismo incluso a quienes no lo conocen.

Para Jesús “poner al seguro la vida” es perderla, mientras que “perderla por su causa es ponerla al seguro” (Cf.10:39)

Poner en riesgo la vida para salvar otras, entregarse sin medir las fuerzas, buscar la paz hasta perder la vida violentamente… Jesús no exige nada a sus seguidores. Va por delante, marcando el camino.

Dejemos ya de lamentarnos, de juzgar a los jóvenes por su indiferencia ante nuestro cristianismo aburguesado y diluido. Ojalá pudieran decir de nosotros: “El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado” (Cf.10:40)

Carmen Notario

www.espiritualidadintegradoracristiana.es

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El cardenal Pell comparecerá ante los tribunales de Melbourne el próximo 26 de julio… Y la jerarquia eclesiástica australiana sale en su defensa

Domingo, 2 de julio de 2017
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pell-investigadoY salió el corporativismo episcopal… ¿Tolerancia 0?

 Fuentes vaticanas asumen que el cardenal ha sido “defenestrado” por un sector de la Curia

Francisco podría aceptar su renuncia (tiene 76 años) para minimizar el daño a las reformas emprendidas

Por su parte, la irlandesa Marie Collins, ex integrante de la comisión antipederastia del Vaticano, considera que la salida de Pell del Vaticano “llega demasiado tarde”.

(Jesús Bastante).- El cardenal George Pell comparecerá ante los tribunales de Melbourne el próximo 26 de julio, para responder a las acusaciones de “múltiples abusos sexuales” de las que ha sido acusado, y que le han llevado a solicitar una excedencia en su puesto como superministro de Economía de la Santa Sede.

Un Pell que, hasta el momento, contaba con el apoyo, sin fisuras, del Papa Francisco, quien le ha concedido el tiempo que necesite para defenderse de la “difamación incesante, como ayer la calificó el propio purpurado en una comparecencia de prensa sin preguntas.

“El proceso judicial me dará la oportunidad de limpiar mi nombre y de volver a mi trabajo en Roma, subrayó Pell, quien también ha solicitado a los médicos que le tratan por una afección cardíaca permiso para volar al continente austral. Precisamente, su salud fue una de las causas por las que, en octubre pasado, el cardenal compareció, por videoconferencia, ante la Corte australiana, desde un hotel romano.

Sin embargo, en Roma no son pocos los que asumen que el cardenal ha sido “defenestrado”, y que su viaje a Australia supondrá, en la práctica, el fin de su carrera como responsable de las finanzas vaticanas. Fuentes cercanas a la Santa Sede apuntan a que Pell ha sufrido el acoso de un sector de la Curia, que se había negado sistemáticamente a apoyar la lucha contra la corrupción y el proceso de reformas en las finanzas del Estado vaticano, que implicaba que todos los dicasterios y oficinas curiales tuviesen que rendir cuentas. La salida, inesperada, del revisor general y “mano derecha” de Pell, Lino Millone, se entiende ahora como el último paso antes de la marcha del arzobispo australiano.

Así, según The Australian, aunque el Papa Francisco cree en la inocencia de Pell, habría tomado la decisión de aceptar su renuncia (el cardenal cuenta con 76 años) para minimizar, en lo posible, el daño que la noticia puede tener a la reputación de la Santa Sede y a la política de reformas emprendidas por Bergoglio. “Este es el final del camino para el cardenal Pell en el Vaticano, sin importar el veredicto de la justicia australiana. Él pasará al retiro cuando el caso termine”, comentó un oficial del Vaticano al diario australiano.

Por su parte, la irlandesa Marie Collins, ex integrante de la comisión antipederastia del Vaticano, considera que la salida de Pell del Vaticano “llega demasiado tarde”.

A su llegada a Australia, Pell se encontrará con un panorama complicado de solucionar. Y es que el cardenal es sospechoso de haber abusado sexualmente de menores cuando era sacerdote en la ciudad de Ballarat (1976-80), en Victoria, y cuando fue arzobispo de Melbourne (1996-2001), la capital estatal.

“Múltiples denuncias”. El subcomisionado de la Policía de Victoria, Shane Patton, dijo que la imputación fue presentada a los representantes legales de Pell en Melbourne y ante la corte de magistrados de la ciudad. “El cardenal Pell se enfrenta a múltiples cargos, en relación a delitos sexuales históricos, y hay múltiples denuncias relacionadas con esos cargos”, manifestó Patton en rueda de prensa. El subcomisionado insistió en que las acusaciones contra Pell aún no han sido examinadas en sede judicial, pero subrayó que “el cardenal Pell, como cualquier otro imputado, tiene derecho a un proceso justo”.

Los líderes de la iglesia católica australiana salieron en defensa del cardenal George Pell, responsable de finanzas del Vaticano.  “El George Pell que yo conozco es un hombre íntegro en sus relaciones con los demás, un hombre de fe y de grandes ideales, un hombre meticulosamente decente, dijo el arzobispo de Sídney, Anthony Fisher, en un comunicado.

Fisher aclaró que la archidiócesis no se hará cargo de los costes de la defensa del cardenal, aunque sí le ayudará a encontrar un lugar donde vivir.

El actual arzobispo de Melbourne, Denis Hart, un cargo que también ocupó Pell, pidió por su parte un “juicio justo”. “El arzobispo es consciente de las buenas obras del cardenal, reconocidas nacional e internacionalmente”, indicó un comunicado, destacando la lucha de Pell contra los abusos sexuales dentro de la iglesia en su tiempo como arzobispo de Melbourne, en 1996.

El arzobispo de Hobart, Julian Porteous, dijo estar “conmocionado y decepcionado” por las acusaciones contra Pell y aseguró que “no tenían sustancia”, en declaraciones al periódico Hobart’s Mercury.

También el ex primer ministro australiano, Tony Abbott, salió en defensa del cardenal y dijo que era “un muy buen hombre”.

George Pell fue arzobispo de Melbourne entre 1996 y 2001 y luego se convirtió en arzobispo de Sídney hasta 2014. Fue entonces cuando se fue al Vaticano, llamado por el papa Francisco para ocuparse de reformar las finanzas de la iglesia católica.

Fuente Agencias/ Religión Digital

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