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“Paradigmas homosexualidad y cristianismo”, por Carlos Osma

Miércoles, 24 de mayo de 2017

rohrer-minichDe su blog Homoprotestantes:

En todas las iglesias existen personas lgtbi, nada hace pensar que el porcentaje sea diferente que en el resto de la población. Por esa razón el cristianismo, como la vida misma, también es lgtbi, o mejor dicho, también se vive desde una orientación sexual o de género no normativa. Además, no es algo nuevo, siempre ha habido personas lgtbi en las iglesias, desde su origen. No hay ninguna indicación en la Biblia que nos haga pensar que Jesús solo escogió a discípulos y discípulas heterosexuales, o que las multitudes que le seguían formaban parte de una especie de “apartheid heterosexual”. Tampoco al leer los evangelios podemos afirmar que Jesús tuviera una atracción sexual y afectiva hacia las mujeres. La probabilidad de que Jesús fuera gay, es la misma que la de cualquier otro ser humano, ya que según la tradición cristiana Jesús fue hecho en todo igual que nosotros.

Sin embargo la manera en la que el cristianismo asume su homosexualidad es bien diversa y esto genera fuertes tensiones internas, además de afectar a la forma en la que es percibido por el resto de la sociedad. La razón de que esto sea así es que, como en el resto de la población, la forma en la que los cristianos entienden el mundo y se entienden a ellos mismos no es siempre la misma. En el caso del protestantismo y el evangelicalismo todo esto se traduce en que la afirmación “la Biblia dice…” no puede hacerse sin poner sobre la mesa el paradigma al que pertenece quien habla. La aceptación, indiferencia o la condena de las personas lgtbi tienen más que ver con la manera de entender el mundo y al ser humano, que con unos cuantos versículos que se encuentran en la Biblia.

Las controversias bíblicas entre cristianos y cristianas o entre iglesias que parten de paradigmas distintos no tienen mucho sentido, puesto que el conflicto se esconde en el paso previo que da lugar al supuesto punto de partida de la discusión. Además jamás se resolverá demostrando bíblicamente al otro la validez de una interpretación determinada, sino haciendo que una de las dos partes abandone el paradigma al que pertenece. Lo cual, no es fácil, y personalmente creo que no se puede conseguir con una discusión que no te implica personalmente. Cambiar los valores, creencias, y formas de percibir la realidad necesita algo más que una discusión o un diálogo sereno y respetuoso.
Sintetizando mucho, y mostrando con claridad el lugar desde el que reflexiono, percibo tres diferentes paradigmas que se dan en el cristianismo y que a continuación explico brevemente.

Paradigma fundamentalista

Esta cosmovisión percibe el mundo como un peligro y entiende que los cristianos y cristianas poseen una verdad revelada en la Biblia, a la que tienen acceso independientemente de sus condicionantes personales, que debe ser predicada a toda persona para transformarla. Desconfían de todo avance, por eso se alinean con las tesis que pretenden conservar las tradiciones. Rechazan también los aportes de las ciencias que no sirvan para ratificar sus posiciones previas, y no los aplican en la interpretación de los textos bíblicos. Por eso su interpretación es literal. Según este paradigma los genitales determinan si somos hombres y mujeres, y a partir de ellos se asocia a cada persona unas características y funciones determinadas. Al ser esta división divina, quienes no encajan dentro de su paradigma, se revelan contra la voluntad de Dios y no pueden ser tratados como cristianos. Dentro de sus comunidades aplican una ética estricta, silencian las voces discordantes impidiendo la reflexión, ejercen presión y maltrato psicológico a las personas lgtbi, y expulsan a quienes no siguen la “verdad oficial”. Paradójicamente, al ser su posición cada vez más minoritaria en la sociedad, empiezan a presentarse como víctimas que se ven privadas de libertad de expresión, cuando en realidad son ellas mismos quienes no la respetan en sus comunidades.

Paradigma paternalista

Quizás la diferencia más clara con el paradigma fundamentalista es que, aunque siguen creyendo que existe una verdad revelada en la Biblia y accesible fácilmente a quien la busca desinteresadamente, el mundo es un lugar donde el Reino de Dios se puede revelar, y por tanto donde el amor cristiano debe hacerse presente. La primera función de cristianos y cristianas es acompañar sin condenar, y por tanto, aunque las personas lgtbi no formen parte de la voluntad divina original, la tarea del cristianismo es mostrar a un Dios que acoge tanto a buenos como a malos, a enfermos como a sanos. El énfasis bíblico recae sobre todo en los textos de los evangelios donde no se juzga a pecadores y pecadoras, sino que se les llama a seguir al maestro. La actitud de todo creyente, es en consecuencia una actitud maternal y de acompañamiento a aquellas personas lgtbi que quizás por causas biológicas o ambientales, no viven acordes con el diseño divino. Se trata por tanto, de un paradigma que pone el énfasis en el yo heterosexual más que en el prójimo lgtbi, porque de lo que se trata es de “comportarse como un buen cristiano”, “demostrar amor”, situando a la persona lgtbi como objeto que muestra hasta que punto la persona heterosexual se comporta de manera “cristiana”. En el fondo un paradigma que sigue discriminando y victimizando a las personas lgtbi, pero en este caso por respetables y amorosas personas cristianas que no tendrían nada que ver con los intransigentes fundamentalistas.

Paradigma evangélico

En este paradigma, el mundo, la realidad que envuelve a cada ser humano, no es sólo un lugar donde se puede revelar el Reino de Dios, sino el lugar privilegiado desde donde se interpreta la Biblia. La Biblia no es Palabra de Dios cuando es leída o predicada de forma abstracta, sino cuando es vivida e interpretada desde la realidad del prójimo. Solo el otro y la otra, sobre todo cuando sufre una situación de injusticia, puede hacer de la Biblia palabra divina que interpela. Por esta razón no hay verdades absolutas que permitan discriminar a nadie, no hay fórmulas eternas, ni lecturas o interpretaciones que nos autoricen a situarnos como sujetos ante los demás para objetivarlos. El amor sitúa al prójimo a nuestro nivel, y su experiencia nos puede ayudar a salir de los condicionantes que impiden a nuestro ego entender la voluntad divina. Por eso las lecturas legalistas de la Biblia no tienen ningún sentido, y en sí mismas no constituyen una lectura evangélica. Los conocimientos que aportan las ciencias son útiles tanto para entender al prójimo, como para entender el contexto en el que se enmarcan los textos bíblicos. El evangelio no trata tanto de verdades, sino de prójimos; cuando nuestras lecturas los liberan son evangélicas, cuando los discriminan no lo son. Y es aquí donde las personas lgtbi se entienden a sí mismas como lugares desde donde la Palabra de Dios puede leerse, y al mismo tiempo, como sujetos que son interpelados por la Palabra de Dios que se revela en otros seres humanos. Jesucristo era liberador, no porque defendiese la Ley de la Torá, tampoco por que la interpretase de una forma progresista y acorde con la sociedad en la que vivía, sino porque la leía siempre desde la realidad de la persona que vivía oprimida para liberarla. En eso consiste el evangelio.

Cada comunidad cristiana puede formar parte de uno de estos paradigmas, o reflejar varios de ellos a la vez, todo dependerá del grado de madurez que posean para albergar la diversidad. Sin embargo es importante destacar que el tipo de comunidad a la que pertenezca una persona lgtbi, puede hacer que ésta viva el cristianismo de una forma opresiva o liberadora. Quizás sea razonable que una determinada comunidad necesite de un tiempo más o menos largo para replantearse el lugar que ocupan dentro de ella las personas lgtbi, pero no lo es tanto, que las personas lgtbi se nieguen a buscar, transformar, o incluso construir comunidades donde puedan vivir el evangelio de una forma saludable. Ver el daño que la homofobia infringe a muchas personas lgtbi dentro de unas comunidades cristianas que se niegan a abandonar, es descorazonador, y nos hace preguntarnos si es el evangelio lo que pretenden seguir, o simplemente necesitan lugares que les den seguridad, aunque sea a un precio tan alto. Quizás serán las personas cristianas lgtbi más jóvenes, que gracias a los avances sociales se resisten más a vivir discriminadas dentro de sus iglesias, las que nos permitirán ver en pocos años más comunidades realmente evangélicas, y menos paternalistas y fundamentalistas.

Carlos Osma

Artículo publicado originalmente en Locademia de Teología.

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