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Un amar ardiente. Sor Juana Inés de la Cruz. Flores Raras.

Viernes, 21 de abril de 2017

portada_un-amar-ardiente_gPor Guillermo Arroniz López

Siempre es una alegría dar la bienvenida a una nueva editorial. Pero si esa editorial se estrena con poesía del siglo XVII…  el motivo de celebración es doble. Habrá quien se pregunte, ¿y a qué viene publicar en pleno siglo XXI poesía de cuatro siglos de antigüedad?

Podría pensarse que le propio nombre de la editorial podría darnos una pista pues “Flores Raras”, con las consonantes del adjetivo puestas mirando hacia la izquierda, alude a textos que no son precisamente los más populares o frecuentes. Quizá se está buscando visibilizar formas de sentir que han sido ocultadas o ignoradas, en el mejor de los casos, durante demasiado tiempo.

Lo grande de esta poesía del siglo XVII es que resulta legible y comprensible a día de hoy y ha mostrado una calidad que resiste al reloj con la misma facilidad con la que la belleza del busto de Nefertiti que reside en Berlín nos sigue seduciendo. Su musicalidad, su perfección rítmica y estrófica, la riqueza de su lenguaje y la abundancia de figuras literarias hacen que su valor permanezca a través de las décadas y nos llegue con la misma pureza de encantamiento con la que podía llegar en plano siglo XVII. No en vano hay quienes consideran a Sor Juana Inés de la Cruz la mejor escritora en lengua Española de su centuria en todo el continente americano.

Mujer singular fue sin duda pues según parece siguió la vida monacal para poder seguir el camino del aprendizaje y la Literatura y que llegó a vestirse de hombre para poder asistir a la universidad en una época en la que ésta estaba reservada a los varones. Según dicen incluso llegó a proponerle a su madre esa triquiñuela cuando era adolescente.

Nacida en Nueva España llegó a ser parte de la corte y empezó a destacar por sus versos desde muy joven.

Este libro recoge los poemas que dedicó o en los que al menos mencionó a la virreina María Luisa Gonzaga Manrique de Lara, condesa de Paredes… ¡Y algunos son bien apasionados! Ahora la polémica está servida: ¿obra petrarquista de encargo o auténtica expresión de un sentimiento hacia su protectora en la corte? Ciertamente la excusa de ser poesía de corte hecha de encargo le venía que ni pintada a Sor Inés en caso de querer “ocultar” lo evidente desde el virrey a su confesor. ¿Qué mejor manera de piropea a la mujer adorada que haciéndolo en un poema dedicado a felicitar el cumpleaños a su esposo, el virrey?

Otros poemas no se limitan a una adulación ingeniosa sino que cantan el sentimiento por la amada o se quejan del mal de los celos, o bien explican que sin celos no hay amor…

En el poema 21, según organizados para la presente edición en una especie de orden cronológico del amor (enamoramiento, celos y reproches, despedida y nostalgia del ausente), poema al que se le puso por epígrafe “Puro amor, que, ausente y sin deseo de indecencia, puede sentir lo que el más profano” dice la apasionada autora:

“[…]

Ser mujer, ni estar ausente,

no es de amarte impedimento,

pues sabes tú que las almas

distancia ignoran y sexo.

[…]”

Página 90.

Dejando de lado el debate (por no abusar de la palabra polémica) sobre el auténtico sentimiento de Sor Juana Inés, y el referente lésbico, y centrándonos en los poemas y su estilo, en ellos creo adivinar que hay conocimiento tanto del Culteranismo como del Conceptismo y creo también que Sor Inés, igual hace uso de la historia mitológica clásica (que conoce en profundidad) cuando le conviene y emplea el hipérbaton como tira del símbolo y el concepto y la riqueza del vocabulario según le conviene al poema.

Domina diversos metros y las rimas tanto consonantes como asonantes, pasando con igual éxito de versos más cortos y “populares” a otros más largos y “cultos” y a la inversa.

Su musicalidad es perfecta y embriagadora.

“[…]

Partid, en fin, confiado

en mi voluntad constante

de que, aunque estéis muy distante,

nunca estaréis apartado.

Que, pues con igual agrado

corresponde al que en vos veo,

aunque os apartéis, yo creo

que, de veros con el ansia,

abreviará la distancia

la brújula del deseo”.

Poema 46, Páginas 146 y 147.

Y finalmente, aunque se pueden destacar numerosos tesoros en este conjunto de poesías, un valor más que la sitúa en el olímpico de los grandes autores barrocos: el gran soneto de amor. Desde “Varios efectos de amor”, de Lope a “Amor constante más allá de la muerte”, de Quevedo, la tradición en Español es tan grande como de una altísima calidad. Y ahí, en lo más alto, se encuentra también Sor Juana Inés de la Cruz con su poema 39: “En que satisface un recelo con la retórica del llanto” y que termina con esos bellísimos versos:

“[…]

Baste ya de rigores, mi bien, baste;

no te atormenten más celos tiranos,

ni el vil recelo tu quietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos,

pues ya en líquido humor viste y tocaste

mi corazón deshecho entre tus manos”

Página 121.

Poco más se puede añadir a lo que ya es, en sí mismo, perfecto.

Fuente Universogay

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