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“Meditar y despertar”, por Enrique Martínez Lozano

Viernes, 13 de enero de 2017

despertarLa esencia del despertar consiste en ser conscientes, permanecer atentos –nuestro mayor problema es la inatención– y contemplar clara y directamente la verdad de nuestra experiencia, instante tras instante.

La contemplación de la verdad –la realidad tal como es– transforma. Deja que la lluvia del silencio caiga sobre la mente…, que limpie, que drene… Ver “lo que hay”, nos libera de ello. Lo visto se libera, lo no visto se repite. Soy esclavo de todo lo que no he visto interiormente y la libertad empieza cuando me doy cuenta, cuando soy consciente de lo que soy.

Contemplar  (meditar) es aprender a mirar sin pensar, sin interpretar, sin valorar; es permanecer serenamente atento a lo que sucede, exterior e interiormente. No evites lo que está, no traigas lo que no está, mantente presente. No se trata de reprimir, sino de ver, sin apego ni rechazo, sin darle fuerza.

El poder del amor es el poder del desapego. El apego deriva del miedo y enmascara el amor. Es necesario soltar todo para asumirlo sin aferramiento, sin miedo. El amor es la ley universal que soluciona todos los “problemas”. Se te dará en cada momento lo que necesites. Todo lo que te llegue será lo adecuado. La consciencia nos lleva a donde tenemos que ir. Sigue tu propia dirección, es única.

No es que las cosas no te vayan a afectar. Pero podrás reconocerte como un “recipiente” amplio, capaz de acoger todo lo que aparece, del mismo modo que el océano acoge todas las olas que surgen en él, o que el firmamento acoge todas las nubes que lo surcan.

La realidad no es como la pensamos, la concebimos o la representamos. Lo que llamamos “nuestro mundo” no es algo que esté “ahí fuera”, independiente de nosotros; eso es solo una modelación de lo real hecha a nuestra medida, de acuerdo con nuestras necesidades y deseos, y en función de nuestra capacidad cerebral, nuestros sensores y nuestra acción.

Tal como nos hace comprender la física cuántica, “yo” no soy yo, sino únicamente un cruce de caminos entre informaciones del universo, una red de vibraciones cuánticas; mi presunta identidad individual o mi separación del resto de la humanidad (o del universo) es tan solo una falacia de mi mente. “Somos –escribe el físico Carlo Rovelli– una red de interrelaciones… La sustancia primera de nuestros pensamientos es una riquísima información recogida, intercambiada, acumulada y continuamente elaborada” [i].

Nuestras personas no son “reales”, sino un simple momento de “Eso”, lo único que realmente es. Detrás de las apariencias que crea nuestra mente, lo que hay es Eso –la realidad de la realidad– que se halla más allá de todas nuestras modulaciones… y que, al mismo tiempo, constituye nuestra verdadera identidad.

Eso está más allá de la mente y de sus construcciones. Podemos intuirlo, vislumbrarlo o incluso captarlo –porque lo somos–, pero para nuestra mente será siempre como un inmenso abismo inacotable. Nuestras personas son meras “formas” que adopta aquella inmensidad irrepresentable.

Para crecer en comprensión, necesitamos tomar distancia de nuestras propias construcciones mentales y, acallada la mente, acceder al “conocimiento silencioso” que nos introduce en lo realmente real, en esa “inmensidad abismal” que los místicos han nombrado como “Nada” –porque ahí nuestra mente y nuestro corazón no tienen dónde agarrarse– y que, para sorpresa de la mente, constituye nuestra verdadera identidad [ii].

Ahí acaban las preguntas –toda pregunta denota ignorancia, porque cualquier inquietud o interés se refiere, por necesidad, al reino de lo aparente y, por tanto, irreal e inexistente– para emerger un Silencio en el que todo se diluye en la Nada; en el aquí y ahora, que es siempre el eterno presente (el tiempo es una ficción más del mundo de la apariencia).

No quedan preguntas porque tampoco hay ya necesidad alguna de ver o de no ver, es decir, de ser o de no ser. Simplemente, todo es. Porque, en contra de la percepción de la mente, todo –el árbol, la piedra, la mesa…, la persona– es consciencia. Por lo que no vemos nunca otra cosa que no sea consciencia, en las infinitas formas que adopta. Consciencia plenamente consciente de sí, puesto que ya no se confunde con sus manifestaciones.

Enrique Martínez Lozano

[i] C. ROVELLI, Sette brevi lezioni di física, Adelphi, Milano 2014, p.76.

[ii] M. CORBÍ, El conocimiento silencioso. Las raíces de la cualidad humana (Una selección de textos a cargo de Teresa Guardans), Barcelona, Fragmenta 2016.

Fuente Fe Adulta

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