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“El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo no”. Domingo 23 de octubre de 2016. 30º Ordinario

Domingo, 23 de octubre de 2016

55-ordinarioc30-cerezoLeído en Koinonia:

Eclesiástico 35, 12-14. 16-18: Los gritos del pobre atraviesan las nubes.
Salmo responsorial: 33: Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.
2Timoteo 4, 6-8. 16-18: Ahora me aguarda la corona merecida.
Lucas 18, 9-14. El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo no.

La mayor parte de las parábolas de Jesús tienen como telón de fondo la vida de las aldeas de Galilea y refleja distintas experiencias de vida del campesinado. Solamente unas pocas se salen de este marco. Una de éstas es la del fariseo y el recaudador que se sitúa en contexto urbano y, más en concreto, en la ciudad de Jerusalén, en el recinto del templo: el lugar propicio para obtener la purificación de los pecados.

La influencia y atracción del templo para los judíos se extendía incluso más allá de las fronteras de Palestina, como lo mostraba claramente la obligación del pago del impuesto al templo por parte de los judíos que no vivían en Palestina. Pagar ese impuesto se había convertido en tiempos de Jesús en un acto de devoción hacia el templo, porque éste hacía posible que los judíos mantuviesen una relación saludable con Dios.

En tiempos de Jesús, el cobro de impuestos no lo hacían los romanos directamente, sino indirectamente, adjudicando puestos de arbitrios y aduanas a los mejores postores, que solían ser gente de las élites urbanas o aristocracia. Estas élites, sin embargo, no regentaban las aduanas, sino que, a su vez, dejaban la gestión de las mismas a gente sencilla, que recibía a cambio un salario de subsistencia. Los recaudadores de impuestos practicaban sistemáticamente el pillaje y la extorsión de los campesinos. Debido a esto, el pueblo tenía hacia estos cobradores de impuestos la más fuerte hostilidad, por ser colaboracionistas con el poder romano. La población los odiaba y los consideraba ladrones. Tan desprestigiados estaban que se pensaba que ni siquiera podían obtener el arrepentimiento de sus pecados, pues para ello tendrían que restituir todos los bienes extorsionados, más una quinta parte, tarea prácticamente imposible al trabajar siempre con público diferente. Esto hace pensar que el recaudador de la parábola era un blanco fácil de los ataques del fariseo, pues era pobre, socialmente vulnerable, virtualmente sin pudor y sin honor, o lo que es igual, un paria considerado extorsionador y estafador.

En su oración, el fariseo aparece centrado en sí mismo, en lo que hace. Sabe lo que no es: ladrón, injusto o adúltero; ni tampoco es como ese recaudador, pero no sabe quién es en realidad. La parábola lo llevará a reconocer quién es, precisamente no por lo que hace (ayunar, dar el diezmo…), sino por lo que deja de hacer (relacionarse bien con los demás).

El fariseo decimos que ayuna dos veces por semana y paga el diezmo de todo lo que gana. Hace incluso más de lo que está mandado en la Torá. Pero su oración no es tan inocente. Lo que parecen tres clases diferentes de pecadores a las que él alude (ladrón, injusto, pecador) se puede entender como tres modos de describir al recaudador. El recaudador, sin embargo, reconoce con gestos y palabras que es pecador y en esto consiste su oración.

El mensaje de la parábola es sorprendente, pues subvierte el orden establecido por el sistema religioso judío: hay quien, como el fariseo, cree estar dentro, y resulta que está fuera; y hay quien se cree excluido, y sin embargo está dentro.

En el relato se ha presentado al fariseo como un justo y ahora se dice que este justo no es reconocido; debe haber algo en él que resulte inaceptable a los ojos de Dios. Sin embargo, el recaudador, al que se nombra con un despectivo “ése”, no es en modo alguno despreciable. ¿Qué pecado ha cometido el fariseo? Tal vez solamente uno: mirar despectivamente al recaudador y a los pecadores que él representa. El fariseo se separa del recaudador y lo excluye del favor de Dios.

Dios, justificando al pecador sin condiciones, adopta un comportamiento diametralmente opuesto al que el fariseo le atribuía con tanta seguridad. El error del fariseo es el de ser “un justo que no es bueno con los demás”, mientras que Dios acoge graciosamente incluso al pecador. Esta parábola proclama, por tanto, la misericordia como valor fundamental del reino de Dios. Con su comportamiento el recaudador rompe todas las expectativas y esquemas, desafía la pretensión del fariseo y del templo con sus medios redentores y reclama ser oído por Dios, ya que no lo era por el sistema del templo y por la teología oficial, representada por el fariseo.

Si la interpretación de la parábola es ésta, entonces se puede vislumbrar por qué Jesús fue estigmatizado como «amigo de recaudadores y de pecadores», y por qué fue crucificado finalmente por las élites de Jerusalén con la ayuda de los romanos y el pueblo.

En esta parábola se cumple lo que leemos en la primera lectura del libro del Eclesiástico: “Dios no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido, no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja”. Dios está con los que el sistema ha dejado fuera. Como estuvo con Pablo de Tarso, como se lee en la segunda lectura, que, a pesar de no haber tenido quien lo defendiera, sentía que el Señor estaba a su lado, dándole fuerzas.

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 80 de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil, titulado «El piadoso y el granuja». El guión del capítulo, y su comentario, puede ser tomado de aquí: https://radialistas.net/article/80-el-piadoso-y-el-granuja

 Para la revisión de vida

Analicemos : ¿cómo es mi manera de tratar con Dios?

¿Cómo hago oración? ¿Me creo mejor que los demás?

¿Tengo conciencia de mi ser pecador? ¿Soy humilde ante Dios y ante los hermanos?
¿Abro mi corazón al amor gratuito de Dios?

Para la reunión de grupo

– ¿Qué actitudes “farisaicas” conocemos: en el mundo, en la Iglesia, en nuestro país, en nuestro ambiente…?

– ¿Qué es lo esencial del “fariseísmo”? ¿Por qué es contrario al Evangelio?

– ¿Tenemos algo también nosotros de ello? ¿Cómo podríamos evitarlo? ¿Qué podemos hacer para comprometernos en la superación del fariseísmo en la sociedad y en la Iglesia?

– «Dios no es parcial contra el pobre»… Ser «neutral entre ricos y pobres», ¿es la actitud de Dios? ¿Se puede ser neutral en la lucha de clases (o el “conflicto de intereses sociales”)? ¿Se puede vivir una vida en plenitud sin definirse ante los pobres y desheredados?

– Buena ocasión para estudiar de nuevo en el grupo la «opción por los pobres» (https://eatwot.academia.edu/JoséMariaVIGIL/Collective-Works-Obras-colectivas). En la Revista Electrónica Latinoamericana de Teología (http://servicioskoinonia.org/relat) y en la biblioteca de Koinonía (http://servicioskoinonia.org/biblioteca) hay artículos y algún libro completo sobre el tema (públicamente disponibles).

Para la oración de los fieles

– Para que el Señor nos dé a todos el conocimiento íntimo de nuestras limitaciones y de nuestros pecados, de forma que nunca despreciemos a los demás, roguemos al Señor.

– Para que seamos humildes, “andando en la verdad”, sin enorgullecernos ni infravalorarnos,

– Para que nuestras comunidades sean ejemplo de relaciones fraternas maduras, donde cada uno ponga todos sus dones al servicio de los demás y todos valoren los dones -pequeños o grandes- que Dios dio incluso al más pequeño de los hermanos…

– Para que la Iglesia dé al el mundo el ejemplo de ser una comunidad en cuyo seno sus miembros no buscan el poder ni el arribismo, sino el servicio desinteresado y humilde…

– Para que la comunidad cristiana, siempre esté del lado de los pobres, tomando partido incondicionalmente por la Justicia y por los «injusticiados»…

Oración comunitaria

Dios Padre Nuestro, cuyo Hijo se encarnó en nuestro linaje humano despojándose de sus títulos de gloria y pasando por “uno de tantos”: enséñanos a caminar tras sus huellas, poniendo nuestro corazón sinceramente en la verdadera gloria: el dar nuestra vida humildemente en el amor y el servicio. Así te lo pedimos gracias al ejemplo que nos dio Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina, y lucha y camina con nosotros, en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Oh Dios, Padre-Madre nuestro, Amor sin límites, totalmente parcializado hacia la Justicia, en favor de los injusticiados, de todos aquellos que sufren la explotación o marginación, excluidos de la fraternidad-sororidad. Haznos apasionados luchadores por la Utopía-Reino del «otro mundo posible» que nos anunció Jesús, e imitadores radicales de su opción por los pobres. Nosotros te lo pedimos apoyados en Jesús, hijo tuyo y hermano nuestro. Amén.

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