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Dom 9 X 10 Le mataron por curar leprosos samaritanos … (al hilo de la COPE)

Domingo, 9 de octubre de 2016

Del blog de Xabier Pikaza:

img_2156Domingo 28. Tiempo ordinario. Ciclo C. En los domingos anteriores he comentado, con Lucas, unos termas importantes de economía y pobreza. El último he tratado de la fe, que mueve montañas, según aquello Hab 2, 4: “El justo vive por la fe”. Hoy quiero insistir en esa fe, con la palabra final que Jesús ha dirigido al samaritano leproso, cuando le dice “tu fe te ha salvado”.

Lucas presenta a Jesús como amigo de leprosos, emigrantes, pecadores y “distintos”, a quienes ha curado, abriendo en sus corazones un camino de fe… En el título de la postal había querido añadir la palabra “guerrilleros” en el sentido amplio de la palabra: Aquellos que en su tiempo eran celotas, dispuestos a luchar contra el orden establecido de los sacerdotes y de Roma. Pero he sido más sobrio, he puesto con el texto “samaritanos” (que en el fondo es lo mismo).

Me ha venido esa palabra (guerrilleros) porque acabo de oír en la COPE, emisora de radio, propiedad de la Conferencia Episcopal Española (11,30 del 6.10.16) una defensa a ultranza del “no” de Colombia contra el tratado de paz, avalado por el mismo Papa Francisco:

— La COPE es una emisora de Iglesia, pero a mí me parece muchas veces poco “evangélica”, en algunos de sus programas, pues defiende un tipo de política social que refleja el Espíritu de Jesús: una política donde hay más justicia de revancha que misericordia: que los FARC la paguen en la cárcel, que triunfen los “buenos” e impongan su ley, que no haya paz de todos, sino victoria de “justos” (que serían los del orden establecido, empezando por las multinacionales y el Ejército de la nación…).

— A los que dirigen un tipo de COPE parece molestarles un evangelio como el de hoy, en el que Jesús cura a los leprosos samaritanos, es decir, de los otros…. Un evangelio en línea de sanación para los distintos, en clave de perdón… sin jugar a los buenos (¡que seríamos nosotros!) y los malos que son los otros. Hay un tipo de programasde COPE que defienden una política no cristiana (=no evangélica), una ley de justicia que es venganza, un anti-evangelio.
niños

img_2157No sé si ese tipo de COPE cree en el evangelio: Es decir, en el perdón, en la curación de los leprosos, en la superación del juicio (en la línea de Mt 7, 1). Ese tipo COPE puede ser de “iglesia”, pero no parece creer en el Jesús de la fe que eleva montañas, que reconcilia a los “enemigos” (que sana a los impíos…, de un lado y de otros, según el evangelio de Lucas, según Pablo, según Mateo…).

Jesús aparece hoy como amigo de leprosos samaritanos, gente del otro lado… Jesús está dispuesto a comenzar con ellos la tarea del Reino de Dios (aunque tampoco lo samaritanos sean todos un ejemplo de gratuidad, pues de diez sólo vuelve uno). A pesar de ello, Jesús insiste en los samaritanos, en integrarlos, en acogerlos, aunque estén leprosos no sean un dechado de agradecimiento. Por eso le mataron: porque curaba (rehabilitaba) a leprosos samaritanos, es decir, a los que parecían apestados, en vez de mandarles a la cárcel para que se pudrieran…

Los defensores de un orden social establecido (de entonces y de hoy), de un orden que dice apoyarse en la Iglesia, pero no en el evangelio, no aguantan el milagro de Jesús. Por eso siguen apelando a su ley, a su justicia, a su orden… (o expulsando,que es casi lo mismo).

Texto Lucas 17, 11-19

Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.”

Al verlos, les dijo: “Id a presentaros a los sacerdotes.”
Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias.
Éste era un samaritano.
Jesús tomó la palabra y dijo: “¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?”
Y le dijo: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado.”

Primer acercamiento

No hace falta ser judío, no hace falta ser cristiano. Ante Jesús son todos iguales, judíos y samaritanos, cristianos y ateos. La lepra no distingue religiones, los leprosos del mundo (expulsados sociales) van juntos.

Pero una vez curados… ellos pueden distinguirse. Unos van a lo anterior (los judíos van de nuevo a congraciarse con sus sacerdotes, de manera que todo seguirá como estaba, más de lo mismo). Otros, como este samaritano, pueden volver a dar gracias; sólo estos, que saben agradecer, que prescinden de sus sacerdotes para vivir simplemente como humanos, en gratitud gozosa y comprometida, se han sanado de verdad.

Una reflexión sobre el milagro

Ahora podemos condensar en breves trazos el sentido de los milagros de Jesús, tal como han sido reasumidos y entendidos por la tradición cristiana, cuando habla del “poder de Jesús”, es decir, del poder de la fe para mover montañas, para sanar a los hombres heridos, expulsados (como los leprosos).

Estos diez leprosos son todo el mundo, toda la humanidad excluida que Jesus quiere curar, con fe, es decir, con honda humanidad. Allí donde otros piensan que creer es engañarse (los hombres racionales piensan y deciden razonando sus problemas, los otros creen… como niños), Jesús sabe que creer es recibir la vida como don y comprometerse a vivirla de un modo gratuito, por amor a la vida, que es amor a los demás.

En ese sentido, el evangelio presenta a Jesús como un hombre de fe. Por eso no resuelve los problemas de los hombres ofreciéndoles un tipo de ayuda desde fuera. No les lleva a la evasión o al olvido de la tierra (de su condición humana), sino todo lo contrario: en el centro de la misma enfermedad Jesús suscita un gesto de fe en aquellos que le acogen y le escuchan. Así actúa como promotor de vida en medio de la muerte, como signo de esperanza en medio de una sociedad que parece condenada a la desesperanza de unos y a la violencia de otros, que siguen apelando a las legiones de soldados, a sus juicios de justicia punitiva, porque no creen en el Dios de los hombres.

Los milagros de Jesús, un acto de fe

Tres son los elementos que actúan en las curaciones de Jesús, tres rasgos que definen su vida y su obra:

a) Jesús actúa como mediador de fe: dialoga con el enfermo (o poseso); penetra en el lugar de su dolor, en la raíz de su misma enfermedad o su locura, como un amigo que ama, como psicólogo que discierne, como un creyente que irradia fe. Precisamente allí donde parece que la vida se encuentra condenada y fracasada ha penetrado Jesús con su fuerza de fe y amor gratuito y transformante. Jesús dialoga con leprosos, emigrantes y guerrilleros… con todos (y así quiere dialogar con los representantes del orden impuesto, pero, según parece, con menos éxito.

b) Jesús pone a los enfermos ante el poder de Dios que definimos con todo el evangelio como “reino”, es decir, como principio de nuevo humanidad. Creer en el Reino de Dios es creer en una vida distinta, en un ánimo interior, en la fraternidad, renunciando a las armas, para abrir caminos de concordia.

Como mensajero y testigo de ese Reino de Dios (que es el Reino de la vida de los hombres) actúa Jesús, encendiendo en los enfermos (y en su entorno), en los violentos, en todos, una llama de una fe que cura y transforma, que abre caminos de reconciliación.

c) Por eso el milagro se realiza como fe. Así lo indica la tradición evangélica recordando una y otra vez las palabras de Jesús que dice a los enfermos “si crees puedes curarte” o “tú fe te ha curado”. Fe es ponerse en manos de la gracia de Dios, en manos de su fuerza creadora. La fe es el gesto por el cual, superando lo que somos, nos ponemos en brazos de aquel que nos hace vivir, de aquel que nos capacita para esperar. Al llegar a este nivel puede realizarse y se realiza muchas veces el milagro.

Qué es milagro

Milagro no es por tanto algo que puede hacerse por la fuerza; si se hace por la fuerza no es milagro. Tampoco es milagro algo que puede demostrar por métodos científicos. Milagro es el descubrimiento y despliegue de la fe que actúa, que libera fuerzas interiores y que capacita a los hombres y mujeres para vivir, para comunicarse, para superar la violencia, para perdonar, para curar.

Por eso se puede decir, en el caso de los milagros de Jesús, que aquel que cura de verdad Dios (poder del reino), para añadir que los milagros son gestos de Jesús, que es portador del reino; pero, al mismo tiempo, se puede y debe afirmar que los milagros son gestos de fe del mismo enfermo que se vuelve capaz de vivir con intensidad, de forma nueva; milagro es superar el principio del talión, la imposición de los que se creen justos, la violencia de una ley que termina matando a todos, como sabe Pablo, discípulo de Jesús, para iniciar así un camino de humanidad distinta.

El milagro es la fe misma que actúa. Milagro es el gesto y consecuencia de aquella confianza radical que, en medio de este mundo malo, pone a los hombres ante el resplandor de Dios, no para que crean en sentido abstracto, sino para que crean en la vida, en la reconciliación, en el perdón.

La máxima actuación del hombre consiste en dejar que Dios actúa, dejándose en los brazos de su reino. Por eso el milagro no se puede programar ni demostrar; no se puede convertir después en acción de compraventa, en mercado de favores religiosos, pero se puede y se debe buscar, pedir… iniciando un camino de perdón.

Milagro es la misma vida de la gracia, es el gesto y el impulso de amor de Dios que irrumpe, por medio de Jesús en la existencia de los hombres, el gesto de amor de los samaritanos que responden dando gracias. Por eso, toda la vida del creyente empieza a ser milagro: signo de gratuidad, canto de vida, principio de libertad.

Por los prodigios de la magia el hombre puede quedar fijado en lo exterior, en manos de poderes que le manipulan. Esto es lo que intentan siempre los grandes “buscadores” de prodigios, los que van al adivino y hechicero, al echador de cartas o al pronosticador de futuro: tienen miedo de su propia libertad; quieren que otro les resuelva los problemas desde fuera.

En contra de eso, el milagro de Jesús es principio de libertad. Me libera Dios para que pueda hacerme responsable de mí mismo, para que asuma las riendas de mi propia vida.

Son muchos los, que de un modo o de otro, quieren vivir esclavizados, en manos de poderes exteriores, imponiendo a los demás su violencia. Quizá se refugian en la misma enfermedad, porque tienen miedo de sí mismos; les cuesta asumir una responsabilidad, enfrentarse con los grandes problemas de la vida. Pues bien, el milagro de Jesús (sobre todo en lo que toca a los exorcismos) nos lleva siempre al lugar de la libertad, al lugar donde cada uno puede y debe hacerse responsable de su propia vida.

Milagro, una fe que se hace amor

No cura Jesús para resolver los problemas de los hombres; cura para ayudarles a ser humanos, para hacerles capaces de asumir su responsabilidad en un camino de existencia abierto hacia la entrega de amor y hacia la muerte. Dos son, en esta línea, los componentes fundamentales de todo milagro de Jesús:

a) El milagro es gesto de amor compasivo: Jesús mira a los hombres y tiene compasión, pues los encuentra encorvados, aplastados en la tierra (los leprosos, emigrantes, guerrilleros…; los defensores violentos del orden establecido son más difíciles de curar). Por eso, como mensajero de la gratuidad de Dios quiere ayudarles, ofreciéndoles la mano, dándoles su cariño, haciéndoles capaces de asumir su propia vida.

b) Al mismo tiempo, los milagros son invitación a la libertad: Jesús quiere que los curados, liberados de la enfermedad, los que superan el abismo de su locura o de la lepra, puedan hacerse responsables de su vida. En fórmula paradógica, podríamos decir que Jesús cura a los hombres para hacerles capaces de asumir en libertad su propia tarea de vida, e incluso su propia muerte como gesto de entrega por los otros (como consecuencia de un servicio a los demás.

c) Por eso, los curados tienen que iniciar ahora una nueva travesía de libertad, por encima de los ritos anteriores, a los que vuelven los judíos, que no han entendido a Jesús, a pesar de cumplir externamente su palabra ir donde los sacerdotes). El mundo nuevo que buscamos será obra de leprosos y emigrantes curados, de violentos reconciliados…

Jesús, sanador

Jesús ha curado a muchos enfermos, viniendo a presentarse como profeta poderoso en obras y palabras”, pero luego es “impotente” en el Calvario, siendo allí el más “poderoso de todos”, aquel que puede amar y ama hasta la muerte. Por eso le acusan los contrarios diciendo que es un mago fracasado. Al obrar de esta manera desconocen su mensaje más profundo, el sentido de su fidelidad en el amor.

El auténtico milagro consiste en aprender a amar, pudiendo así entregarse hasta la muerte. Un hombre inmortal, un hombre que siempre tiene razón, no podría amar nunca del todo, ni podría dar su vida por el otro, como han destacado algunas de las versiones modernas del “superman”: un héroe inmortal, que realiza series de prodigios exteriores, viene a estar al fin como cautivo de su propia “grandeza”. No puede enamorarse de verdad: no puede dar su vida por los otros.

El milagro de Jesús consiste en ser humano hasta el final, de un modo fuerte, irradiando la fuerza de la fe, que cura y limpia a los leprosos. El milagro de Jesús su misma fe en la vida. Jesús ama dando su propia vida, confiando en los demás, y haciendo que ellos puedan confiar en sí mismo, a pesar de su lepra, desde las cunetas y las alcantarillas donde yacen hacinados los leprosos de la tierra.

Jesús no es un mago que actúa mirando las cosas desde fuera, como un visitador que permanece siempre alejado de los verdaderos problemas de los hombres. Es todo lo contrario: en cada gesto de amor, en cada uno de los milagros, Jesús entrega su propia vida y de esa forma va “muriendo” por los demás, es decir, va viviendo con ellos y para ellos.

Milagros que matan

Significativamente, a Jesús le han condenado a muerte porque ha hecho milagros en favor de la libertad de los más pobres del pueblo. Le han condenado porque sus milagros desestabilizan el orden social que había forjado un tipo de Israel; no le han matado los “malos”, le ha matado el orden establecido de la buena ley, de los que se creen defensores de la buena justicia.

Jesús no cura a unos pocos. . . , poniendo sus curaciones al servicio del sistema, como sucede en Epidauro o en los sitios donde actúan los exorcistas judíos. Jesús cura ofreciendo a los curados y a todos los pobres de la tierra un ideal nuevo de vida liberada, de amor hasta la muerte.

a) Por eso, en un primer momento, dice a los leprosos que vayan donde los sacerdotes, para volver al orden social de siempre… pues no quiere empezar apareciendo como un simple trasgresor del orden social.

b) Pero después alaba al samaritano que no va donde los sacerdotes, que “desobedece” a Jesús en un sentido externo, para iniciar una vida distinta, que no está ya dominada por los patrones de pureza de este viejo mundo.

De esta forma, los milagros de Jesús se convierten en principio de ruptura dentro de aquella sociedad establecida en la que había sitio para cojos, mancos, ciegos y posesos. . . pero dentro un sistema sacral que justificaba el orden existente, dominado por los sacerdotes de turno.

Pues bien, Jesús ha roto ese sistema. Ha curado a los enfermos y a los locos para abrir su corazón y su existencia hacia una forma de existencia liberada, sin someterse ya al orden social anterior. Por eso le persiguen como peligroso, por eso le acusan de “poseso” y le acaban condenando como a un hombre que destruye el orden de la ley israelita.

El único que le recibió en su casa fue un leproso

Según la historia de Jesús de Marcos (Mc 14, 3-9), cuando todos están condenando a Jesús, sólo le recibe en su casa y le da de comer y le anima (con una mujer que allí entra con un frasco de perfume) un leproso llamado Simón. No Simón Pedro, que abandona la empresa, sino Simón Leproso, que reconoce a Jesús como amigo y sanador.

He dicho que las curaciones de Jesús, siendo gesto de amor a los pequeños. Pues bien, al mismo tiempo, ellas son una expresión de libertad. Jesús quiere liberar a los pobres y enfermos, haciéndoles capaces de vivir en gratuidad, en apertura al reino, haciéndoles capaces de gozar y de morir por ese reino.

Éste es el Jesús que ha querido a los leprosos y que ha muerto (como dice uno de los mayores investigadores bíblico de la actualidad, L. Vaage, un protestante) porque acogía en su grupos a los que hoy serían “inmigrantes ilegales y peligrosos sociales”. Les acogía y les “curaba”, es decir, creaba espacio de comunión con ellos.

Le mataron porque amigo de los leprosos

Es peligroso “alimentar leprosos”, ofrecerles dignidad, creer en ellos… Ese es el milagro, esa es la acción más alta de Jesús. Por ella le mataron.

Pues bien, cuando le entregan a la muerte y le clavan en cruz (por haber querido, acogido y potenciado a los leprosos) Jesús se sigue manteniendo fiel y llama a Dios, preguntándole si le ha abandonado (Mc 15).

Éste es el milagro de Jesús, su fe en los leprosos. Le matan para mantener el “buen” orden social, sacerdotes y soldados, que no creen en Dios (en el Dios de la Vida), sino sólo en su Dios (es decir, en su templo, en su moneda, en su ejército). Éste es el milagro, que Jesús, el amigo de los leprosos, haya mantenido hasta el final su proyecto y haya muerto en manos de Dios.

Los “creyentes” creemos que Dios le ha resucitado, que no ha podido abandonar en la muerte al amigo de los leprosos.

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