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El prefecto de Doctrina de la Fe niega la posibilidad de comulgar a los divorciados recasados

Miércoles, 4 de mayo de 2016

Priesterweihe 2012 Dom St. Peter Foto: altrofoto.de ¿Cuándo se extinguirán estos sotanosaurios? No quiero ni imaginarme lo que pensará de nosotros y nosotras…

“Los divorciados vueltos a casar tienen que vivir en castidad total, como hermanos”

Asegura que Hans Küng es un hereje, que “no cree en la divinidad de Cristo ni en la Trinidad”

(José Manuel Vidal).- Asegura que es “una tontería” decir que está contra el Papa, pero, en sus declaraciones, el cardenal Gerhard Ludwig Müller, prefecto de Doctrina de la Fe, sostiene, al contrario de Francisco, que los divorciados vueltos a casar no pueden acceder a la comunión sacramental o que la infalibilidad no se puede cuestionar, como hace el ‘hereje’ Hans Küng, que “no cre en la divinidad de Cristo ni en la Trinidad”.

El purpurado alemán estuvo en Madrid, en la Francisco de Victoria, la Universidad de los Legionarios de Cristo, para presentar su último libro-entrevista ‘Informe sobre la esperanza’ y pronunciar una conferencia. Arropado por algunos de los suyos en España, como el cardenal Rouco, el obispo de Alcalá, Juan Antonio Reig, o los obispos auxiliares de Getafe y Madrid, Rico Pavés y Martínez Camino.

Antes, en una concurrida rueda de prensa, el ‘guardián de la ortodoxia’ sostuvo, en contra de lo que mantiene el Papa en la exhortación postsinodal ‘Amoris laetitia’, que los divorciados vueltos a casar no pueden acercarse, en ningún caso, a la comunión sacramental y, a lo máximo que pueden aspirar, después de confesarse, es a vivir “como hermanos”.

Con lenguaje y maneras suaves, pero muy duro en el fondo, el purpurado alemán rechazó, por activa y por pasiva, la puerta que abre la ‘Amoris laetitia’ a los divorciados recasados, entre otras cosas porque “no es posible vivir en gracia de Dios en condiciones objetivas de pecado”.

Müller sostiene que “es una contradicción” estar divorciado y querer comulgar y, como es es algo que pertenece al derecho divino, no al canónico, ni la Iglesia ni Papa alguno puede cambiarlo”. Y es que “el matrimonio es un sacramento y la Iglesia no puede cambiar los elementos básicos de los sacramentos” y tampoco puede “aceptar una segunda esposa, si el matrimonio es válido”. Y concluye: “No se puede decir sí a Jesucristo en la eucaristía y no en el matrimonio. Es una contradicción objetiva”.

Por eso, “las interpretaciones que van más allá del dogma de la Iglesia son falsas” y, por eso, el Papa Francisco, en su exhortación postsinodal no quiso hacer “interpretaciones ex cathedra”, porque “todos los elementos están dogmatizados” y “ni el Papa puede cambiarlos”

La única salida pastoral que les queda a los que divorciados vueltos a casar, que viven, por lo tanto, en situación irregular, pero quieren acercarse a la Iglesia, es doble. Primero, “separarse del legítimo esposo, si pueden” o vivir junto al nuevo esposo pero en castidad perfecta, es decir “como hermanos”, porque “nunca se puede justificar una situación que va contra la ley divina”.

Hans Küng, el hereje

Tampoco comulga demasiado el prefecto de la Fe con las imágenes que utiliza el Papa sobre la Iglesia, como la de “hospital de campaña”. Él prefiere las imágenes de la Iglesia clásicas, como casa de Dios o pueblo de Dios, aunque concede que Francisco, que es un Papa pastoral, también tiene derecho a utilizar esas imágenes “pedagógicas”, pero siempre que no se equiparen a las clásicas.

Y ya puestos a criticar al Papa, el cardenal alemán echó por tierra el último acercamiento de Francisco al teólogo suizo, Hans Küng, al que, en una carta personal, Bergoglio acaba de decirle que sería positivo abrir el melón de la infalibilidad y ponerla a debate en la Iglesia.

Müller se dedicó a criticar al teólogo suizo, del que dijo que “no sólo ha criticado a los Papas como personas, sino también a la institución” y le tachó de hereje en toda regla. Primero, porque “ni su cristología ni su eclesiología son católicas”. Y, además, “no cree en la divinidad de Cristo ni en la Santísima Trinidad”.

En segundo lugar, Müller, tras señalar que “la infalibilidad es un dogma, un tesoro y la esencia de la eclesiología católica”, arremetió de nuevo contra Hans Küng: “No puede decir que se siente justificado por el Papa”.

Y para abundar en su argumentación, hizo la distinción que en él es clásica, desde hace tiempo, entre un Papa teólogo como Benedicto XVI y un papa pastor, como Francisco. Este último es “un párroco, con su propio estilo pastoral, que habla sencillamente con la gente, pero presupone toda la doctrina que tan bien ha explicado el Papa Benedicto”.

“Eso no quiere decir -añadió, para curarse en salud- que Francisco no sepa nada de teología. Francisco sabe mucha teología, pero para entenderlo, hay que conocer la teología espiritual. Francisco tiene una teología que le viene de la vida espiritual”. Como San Bernardo, San Francisco de Asís o San Ignacio de Loyola.

Y Müller aprovechó lo que llama “la malinterpretación de algunos”, para criticar “a los que inventan contradicciones entre los Papas recientes, porque hacen daño a la Iglesia“. A su juicio, “tenemos que caminar juntos, cada cual con su carisma, para llevar adelante a la Iglesia”.

Quizás por eso, se dedicó a reivindicar la “gran visión del mundo y de la Iglesia” que tuvieron Juan Pablo II y Benedicto XVI, aunque reconoció que Francisco, como buen latinoamericano, tiene una nueva visón del mundo, distinta de la europea, que está conduciendo a la Iglesia hacia las “periferias reales”. Una visión, en todo caso, distinta a la europea de sus predecesores, donde “estamos confrontados al secularismo y a una política agresiva de Europa contra el cristianismo”.

Una visión, la del guardián de la ortodoxia que suena muy diferente a la de la misericordia de Francisco. Mientras el Papa habla de la Iglesia hospital de campaña, el cardenal Müller sigue predicando la Iglesia aduana, roca asediada por todo tipo de enemigos internos y externos. Una Iglesia sin primavera y sin compasión, pero segura en su doctrina.

Fuente Religión Digital

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