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Archivo para Domingo, 23 de agosto de 2015

Tú solo tienes palabras de Vida eterna

Domingo, 23 de agosto de 2015
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Cristo en el Otero y Campesino Ibérico oteando*

Te busco desde siempre. No te he visto
nunca. ¿Voy tras tus huellas? Las rastreo
con ansia, con angustia, y no las veo.
Sé que no sé buscarte, y no desisto.

¿Qué me induce a seguirte? ¿Por qué insisto
en descubrir tu rastro? Mi deseo
no sé si es fe. No sé. No sé si creo
en algo, ¿en qué? No sé. No sé si existo.

Pero, señor de mis andanzas, Cristo
de mis tinieblas, oye mi jadeo.
No sufro ya la vida ni resisto

la noche. Y si amanece, y yo no veo
el alba, no podré decirte: “He visto
tu luz, tus pasos en la tierra, y creo”.

*

Juan José Domenchina
incluido en Dios en la poesía actual (B.A.C., Madrid, 1970,
selec. de Ernestina de Champourcin).

***

 

 

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron:

“Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?”

Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:

“¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen. “

Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo:

“Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.

Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce:

“¿También vosotros queréis marcharos?”

Simón Pedro le contestó:

“Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.

*

Juan 6, 60-69

***

Imagen: Cristo en el Otero y Campesino Ibérico oteando (Palencia)

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , ,

“¿Por qué nos quedamos”. 21 Tiempo Ordinario – B (Juan 6,60-69)

Domingo, 23 de agosto de 2015
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21-852857Durante estos años se han multiplicado los análisis y estudios sobre la crisis de las Iglesias cristianas en la sociedad moderna. Esta lectura es necesaria para conocer mejor algunos datos, pero resulta insuficiente para discernir cuál ha de ser nuestra reacción. El episodio narrado por Juan nos puede ayudar a interpretar y vivir la crisis con hondura más evangélica.

Según el evangelista, Jesús resume así la crisis que se está creando en su grupo: «Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, algunos de vosotros no creen». Es cierto. Jesús introduce en quienes le siguen un espíritu nuevo; sus palabras comunican vida; el programa que propone puede generar un movimiento capaz de orientar el mundo hacia una vida más digna y plena.

Pero, no por el hecho de estar en su grupo, está garantizada la fe. Hay quienes se resisten a aceptar su espíritu y su vida. Su presencia en el entorno de Jesús es ficticia; su fe en él no es real. La verdadera crisis en el interior del cristianismo siempre es esta: ¿creemos o no creemos en Jesús?

El narrador dice que «muchos se echaron atrás y no volvieron a ir con él». En la crisis se revela quiénes son los verdaderos seguidores de Jesús. La opción decisiva siempre es esa: ¿Quiénes se echan atrás y quiénes permanecen con él, identificados con su espíritu y su vida? ¿Quién está a favor y quién está en contra de su proyecto?

El grupo comienza a disminuir. Jesús no se irrita, no pronuncia ningún juicio contra nadie. Solo hace una pregunta a los que se han quedado junto a él: «¿También vosotros queréis marcharos?». Es la pregunta que se nos hace hoy a quienes seguimos en la Iglesia: ¿Qué queremos nosotros? ¿Por qué nos hemos quedado? ¿Es para seguir a Jesús, acogiendo su espíritu y viviendo a su estilo? ¿Es para trabajar en su proyecto?

La respuesta de Pedro es ejemplar: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna». Los que se quedan, lo han de hacer por Jesús. Solo por Jesús. Por nada más. Se comprometen con él. El único motivo para permanecer en su grupo es él. Nadie más.

Por muy dolorosa que nos parezca, la crisis actual será positiva si los que nos quedamos en la Iglesia, muchos o pocos, nos vamos convirtiendo en discípulos de Jesús, es decir, en hombres y mujeres que vivimos de sus palabras de vida.

José Antonio Pagola

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“¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.” Domingo 23 de agosto de 2015. Domingo 21 º ordinario

Domingo, 23 de agosto de 2015
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47-ordinarioB21 cerezoDe Koinonia:

Josué 24, 1-2a. 15-17.18b: Nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!
Salmo responsorial: 33: Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Efesios 5, 21 – 32: Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
Juan 6, 60-69: ¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.

 Josué organiza la gran asamblea de Siquem, como la reunión constitutiva del pueblo de las tribus. Es el punto de partida de un movimiento nuevo que arranca del Éxodo. El pueblo debe aceptar su nueva identidad teológica, social, cultural. Es fundamental identificar al Dios del Éxodo: el que ve la opresión del pueblo, el que oye el griterío de dolor y conoce sus sufrimientos, el que está decidido a bajar para librarlo del poder de los opresores (Ex 3,7-8). El Dios de sus Padres, el Dios de la Historia.

Las tribus proceden de diferentes orígenes culturales, religiosos, étnicos, pero ahora se aglutinan, gracias a la fe en este Dios del éxodo, en un solo pueblo: Israel. Es la teología, la fe en Yahvé y no la sangre quien los compacta para una alianza tribal.

El corazón de esta alianza tribal es la fe común en este Dios de los pobres. Pero supone también, identificar a los dioses »extraños» a los dioses cananeos y egipcios, imágenes corrompidas de Dios, que generan esclavitud y muerte: un sistema de impuestos, una vida de esclavos, una religión opresora. Cambiar esos dioses por el Dios del Éxodo, fundando una sociedad de leyes para la vida, de reparto de la tierra, de culto nuevo basado en la pascua es el tema central de esta gran asamblea de Josué en Siquem.

Las tribus de Israel hacen un pacto de amor con este Dios de los pobres. Unos desposorios, como nos insinúa la carta a los Efesios. «Una Iglesia dócil al Mesías» «para hacerla radiante, sin mancha, ni arruga, ni nada parecido».

Las palabras de Jesús chocan con la mentalidad vigente. Hace veinte siglos parecía inadmisible que una persona pudiera comunicar un mensaje tan exigente y tan liberador. Hoy, seguimos en el mismo plan: tratamos de endulzar las palabras de Jesús para que no hieran nuestros prejuicios. Con frecuencia queremos convertir la palabra de Jesús en el ejercicio de un conjunto de ritos. Pero, la palabra de Jesús nos desestabiliza, nos desquicia y nos lleva a cuestionar la vida diaria. A veces, incluso, decimos como los discípulos. «Este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso? No obstante, si queremos seguir a Jesús, la única respuesta posible es un «sí» rotundo, un «amén» decidido y generoso. Queremos seguirlo y queremos ser como él. No deseamos contentarnos con los laureles que nos ofrece el mundo, sino que anhelamos caminar con el Nazareno la difícil y tortuosa vía del pueblo de Dios en la historia.

¡Qué útil sería examinar nuestras eucaristías…! ¿Generan un «movimiento de Jesús» en dirección hacia la Utopía solidaria de lo que Él llamaba Reino? ¿Van cambiando nuestro modo de pensar y actuar? ¿Nos hacen capaces de identificar las otras presencias del Dios entre los desheredados de la vida? El mismo Jesús, en cuya boca Juan puso estas palabras: «Yo soy el Pan de Vida», según Mateo también dijo: «tuve hambre y me diste de comer, cada vez que lo hicieron con mis hermanos más pequeños, era conmigo mismo con quien lo estaban haciendo» (Mt 25,35).

Completamos nuestra reflexión con palabras de José Antonio Pagola que continúan las que citábamos la semana pasada, sobre la forma actual de celebrar la Eucaristía: Las preguntas son inevitables: ¿No necesita la Iglesia en su centro una experiencia más viva y encarnada de la cena del Señor que la que ofrece la liturgia actual? ¿Estamos tan seguros de estar haciendo hoy bien lo que Jesús quiso que hiciéramos en memoria suya?

¿Es la liturgia que nosotros venimos repitiendo desde siglos la que mejor puede ayudar en estos tiempos a los creyentes a vivir lo que vivió Jesús en aquella cena memorable donde se concentra, se recapitula y se manifiesta cómo y para qué vivió y murió? ¿Es la que más nos puede atraer a vivir como discípulos suyos al servicio de su proyecto del reino del Padre?

Hoy todo parece oponerse a la reforma de la misa. Sin embargo, cada vez será más necesaria si la Iglesia quiere vivir del contacto vital con Jesucristo. El camino será largo. La transformación será posible cuando la Iglesia sienta con más fuerza la necesidad de recordar a Jesús y vivir de su Espíritu. Por eso también ahora lo más responsable no es ausentarse de la misa, sino contribuir a la conversión a Jesucristo. Leer más…

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Dom 23.8.15. Y muchos le abandonaron… Motivos para seguir hoy a Jesús

Domingo, 23 de agosto de 2015
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11880576_483175271859670_3202269138850833607_nDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 21, ciclo b. Con este evangelio (Jn 6, 60-69) termina el miniciclo eucarístico de Juan, sobre el “pan de vida”. Jesús ha presentado su proyecto de carne y compromiso humano) en Cafarnaúm, y muchos, quizá muy religiosos, le abandonaron, diciendo “duro es este camino”: otros le dejaron simplemente porque ya no les interesaba (no les daba de comer, como en las multiplicaciones).

Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás
y no volvieron a ir con él.

Fue la gran crisis de Juan, el momento de ruptura entre un Jesús que encanta a muchos que quizá no han comprendido las implicaciones de su movimiento y un Jesús que empieza de nuevo con unos pocos (¡sólo aquí se habla de Doce!) que le siguen sin advertir del todo lo que él quiere, pero confiando en su palabra.

Ésta es una situación que se repite y multiplica en nuestro tiempo: Millones y millones de hombres y mujeres abandonan la práctica eclesial, al menos en el viejo Occidente cristiano. Jesús no multiplica ya los panes que nos interesan, e vacían las iglesias, marchan los de media edad, los jóvenes no vienen. ¿Qué podemos hacer en estas circunstancias?

‒ ¿Echar la culpa a Jesús, porque su mensaje está obsoleto y es hoy inviable?
‒ ¿Condenar a las “masas” de esta nueva sociedad, que no quiere ya consumo religioso?
‒ ¿Retomar el camino de Jesús como hicieron entonces Pedro y unos pocos?

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Jesús quedó en aquel momento casi sólo; muchos grupos que le habían seguido hasta entonces se marcharon fracasados, otros quedaron pero desnortados. Sólo algunos retomaron el camino de Jesús (como saben muy bien los investigadores del Evangelio de Juan?

‒ Esa “historia” de abandono de Jesús, que cuenta el evangelio de este domingo, sucedió hacia el año 90-100 d.C., cuando una parte de las comunidades cristianas entraron en crisis y pasaron a una especie “gnosis” pre-cristiana, o dejaron simplemente de creer…

‒ Ahora, casi dos mil años más tarde, sentimos que vuelve un tipo de crisis semejantes: miles y millones de creyentes abandonan a Jesús, no pueden o no quieren escuchar su mensaje, ni seguir camino ¿Qué se puede hacer?

‒ En esa situación, algunos como Pedro deciden quedarse, a pesar de las dificultades que implica la fe en Jesús. Ésta es quizá la más honda experiencia de Juan Evangelista, una iglesia mínima, abandonada por las mayorías. Con ella seguimos nosotros.

Con ese motivo quiero releer, reinterpretar, el evangelio, con la palabra cruzada de dos papas: Pablo VI (El anuncio del Evangelio: 1975) y Francisco (El gozo del evangelio: 2013). Buen día a todos, con el deseo de dar un paso hacia adelante.

Texto. Juan 6, 60-69

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: “Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?” Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: “¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes?

El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen. “Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.”

Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: “¿También vosotros queréis marcharos?” Simón Pedro le contestó: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.”

Gran desencanto¿ qué podemos hacer?

En la mayor parte de los países “avanzados”, y en amplias capas sociales, sobre todo urbanas, de América Latina se está produciendo una fuerte ruptura, una gran desilusión frente a los valores de un tipo de modernidad y cristianismo. Los grandes ideales de las revoluciones (sociales, económicas y culturales) no han llegado a cumplirse y muchos han perdido ya toda esperanza en la historia.

En este contexto, la fe religiosa que sostenía la vida de grandes capas de la población parece apagarse, y muchos (desde diversas perspectivas) afirman que no hay remedio, ni emancipación, ni redención posible.

‒ El primero de los males es la desintegración personal que crece allí donde, fallando los bienes tradicionales y el entorno afectivo, el hombre queda encerrado en sus propias limitaciones, sin saber qué hacer de sí mismo, y sin encontrar en Jesús una salida, en medio de una sociedad y un mercado de opulencia que ofrece mucho, pero que abandona a grandes masas y quita a muchos el deseo vivir.

‒ El segundo mal es el vacío de grandes masas que han perdido su arraigo su antiguo equilibrio “rural” (¡salimos del neolítico!), para quedar en manos de su propia inquietud personal, social, económica, en medio de un mundo de opulencia que parece prometerlo todo, pero que no cumple sus promesas. En ese contexto, lo que pide Jesús parece para muchos sin sentido.

‒ Hablaba J. Ortega y Gasset hace ya tiempo (1929) de la “Rebelión de las masas”, pero ahora, pasado casi un siglo, descubrimos que el tema no es ya la “rebelión” o independencia de las masas, sino el hecho de que esa rebelión ha fracasado. Las grandes multitudes no han logrado aquello que querían. Ni el capitalismo ni el marxismo han respondido a sus expectativas, de manera que han caído en manos de una impotencia que parece peor que la anterior, mientras que Jesús sigue ofreciendo su mismo mensaje: ¡Dura es este palabra, es decir, esklerós, que hoy podríamos traducir por esclerótica!

Pero algunos quedaron con Jesús, decididos a realizar con él la nueva travesía.

Los deseos de cambio de los últimos decenios (especialmente de los sesenta a los ochenta del siglo pasado), que tanto prometían, en línea de progreso y de liberación social, no lograron cumplirse, por diversas razones, y parecen habernos dejado tan mal o peor que antes, en medio de un mundo lleno de riquezas y de inmensas injusticias.

‒ Las utopías de diverso tipo han perdido su capacidad de convocatoria, por su propia violencia, sus errores y fracasos económicos, y también por la mayor capacidad de penetración del neo-capitalismo, con la adoración del Becerro de Oro. Leer más…

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Sínodo sobre la Familia. Jesús y su familia en los evangelios: Una relación conflictiva y superadora Evaristo Villar

Domingo, 23 de agosto de 2015
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cuerpo CristoLeído en la página web de Redes Cristianas

En la cultura y espiritualidad cristiana domina, en general, el monolitismo referente a la familia. Se habla de la “familia cristiana” como institución unívoca que prolonga la familia modélica de Jesús. Pero, a la luz de los evangelios, ¿fue tan modélica la familia de Jesús?

1. El conflicto en la familia de Jesús

Entre la extrañeza por las obras que hace y el poco aprecio de sus paisanos por la humildad de su origen, los tres evangelios sinópticos dejan constancia de la familia nuclear de Jesús: “¿No es este el carpintero [Mt 13,55 dice “el hijo del carpintero, y Lc 4, 22, del “hijo de José”], el hijo de María y hermano de Santiago y José, de Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas con nosotros”, Mc 6,3?1

Como atestigua Lucas en el libro de los Hechos 1, 14, parte de esta familia se encuentra en la naciente Iglesia después de la pascua. Santiago, a quien se conoce como “hermano del Señor” (Gal 1,9), presidió la Iglesia madre de Jerusalén (Hch 15,13), y, junto a Pedro y Juan, “dio la mano” a Pablo y Bernabé cuando tuvieron que acudir a Jerusalén para dar cuenta de su predicación entre los gentiles (Gal 2,9). Este dato se mantiene también durante el s. II en la tradición extracanónica2.

Pero, contrariamente a esta aparente “armonía familiar”, los evangelios sinópticos, más pegados al tiempo real de Jesús, dan algunas noticias sobre el comportamiento de la familia de Jesús antes de la pascua. Y no son precisamente apologéticas. Reflejan grandes tensiones entre Jesús y sus familiares. Una relación nada armónica que va desde el escepticismo que refleja el evangelio de Juan (“es que ni siquiera sus hermanos creían en él”, Jn 7,5) hasta el conflicto, como veremos a continuación. El modo extraño de comportarse Jesús acaba rompiendo la armonía de la familia que llega a pensar que padece “trastorno mental”. Y, para salvar ante el pueblo su reputación, la familia se siente en la obligación de recluirlo.

La escena que cuenta Marcos Mc 3, 21-31, seguido de Mateo y de Lucas, es paradigmática. Jesús está en casa de Pedro y una multitud, descontenta con el sistema (“no podían ni comer”) se apiña a su entorno. Pero “al enterarse los suyos se pusieron en camino para echarle mano, pues decían que había perdido el juicio… Llegó su madre con sus hermanos y, quedándose fuera, lo mandaron llamar”.

La fama de la familia, en especial de María, su madre, está en entredicho. “El hijo sensato, como rezaba el refrán popular, es alegría del padre, pero el hijo necio es pena para la madre” (Prov 10,1). En una sociedad agraria como aquella, el reconocimiento de la madre está en el número y valía de hijos varones; pero el fracaso de estos acarrea también el fracaso de la madre. Por esta razón han venido su madre y sus hermanos para retornarlo a la cordura familiar.

Entre la multitud, sentada en semicírculos a los pies de Jesús, alguien le pasa el aviso: “Tu madre y tus hermanos te buscan ahí fuera”. Ni siquiera entran para no hacerse cómplices de sus extravíos. Sin inmutarse, Jesús reacciona con una pregunta: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?” A nadie, y menos a su madre, le podía dejar buen estómago esta respuesta. Si no fuera por la aclaración que, después de observar la reacción del auditorio, él mismo hace, cabría pensar en una grave desconsideración con su familia y hasta de una humillación pública de su madre. Pero no parece ser esa la intención de Jesús. En su respuesta deja claro que lo que más profundamente vincula a los seres humanos no es el origen, sino la participación en el mismo proyecto. “Mi madre y mis hermanos, dice, son quienes se ponen en camino para hacer lo que Dios anhela”. La participación en el Reino de Dios, viene a decir, no se funda tanto en la sangre o la carne, representada allí por su madre, cuanto en el proyecto de fraternidad que constituye a la gente por igual en hermanos y hermanas.

Reforzando esta escena emblemática de la casa de Pedro —pero ahora sin la presencia de los familiares directos— está esta otra que narra exclusivamente Lucas en 11, 27-28. Para todo el mundo es notorio que el establishment judío no soporta de buen grado la transformación física y mental de la gente que sigue y oye los discursos de Jesús. El poder oficial le acusa de magia por la terapia que practica y le exige señales del cielo para acreditar el origen divino de sus poderes. En estas, una mujer que lo viene siguiendo y conoce perfectamente el bienestar y la esperanza que infunde en las masas, grita mirando a Jesús y contra la ceguera de los dirigentes: “dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”. Jesús no la desmiente, pero aclara en seguida que la dicha, aun de esa madre afortunada, no está tanto en la vinculación natural con él, sino en la fidelidad de ambos al proyecto global de Dios: “Dichosos, mejor, los que escuchan el mensaje de Dios y lo cumplen”.

Mantener estos datos conflictivos, contra la poderosísima tendencia de esa primera época cristiana a convertir a Jesús en leyenda y objeto de culto es, a juicio de Gerd Theissen, profesor de Nuevo testamento en Heidelberg, un buen indicio de su historicidad3.

2. Apuntando directamente a las causas

El extraño comportamiento de Jesús con su madre y sus hermanos apunta directamente a las causas: su modelo de familia, como luego veremos, no coincide con el que ellos representan. El de Jesús es justamente la alternativa a la familia patriarcal. Frente a la dependencia y sumisión de la primera, Jesús apuesta abiertamente por la autonomía y la igualdad en las funciones y en los sexos. Veamos algunos ejemplos paradigmáticos:

. El referente a la paz y la espada, en Lc 12 51-53: “¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? Os digo que paz no, sino división. Porque, de ahora en adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; se dividirá padre contra hijo e hijo contra padre, madre contra hija e hija contra madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra”. La decisión a favor o en contra de Jesús está causando, en las comunidades de Lucas, una división profunda en el seno de las familias. No hay paz, sino guerra porque, en el fondo, se están enfrentando dos proyectos alternativos, el de la verticalidad patriarcal y el de horizontalidad del proyecto de Jesús. Y todo esto se manifiesta tanto en el conflicto generacional que enfrenta a los hijos con los padres como en el conflicto de género que rompe la dependencia de las mujeres frente a los varones.4

. Odiar a la propia familia (Lc 14, 26). La expresión, para nuestra sensibilidad, resulta hiriente. No nos está permitido odiar a nadie y menos a la propia familia. Tampoco, así como suena, encaja bien en el pensamiento real de Jesús. Este aparece más certeramente expresado en este dicho a propósito de los enemigos: “Os han enseñado que se mandó: amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos” (Mt 5, 43). Los paralelismos con otros lugares del Antiguo y Nuevo Testamento han inclinado a los exégetas a traducir el verbo griego “miseo” (odiar) por “amar menos” o “amar más” (como en Mt 10,37). Las nuevas Biblias castellanas5 entienden adecuadamente la opción alternativa por el seguimiento de Jesús al traducir este semitismo por “preferir”: ”Si uno quiere ser de los míos y no me prefiere a su padre y a su madre…”. Superado este semitismo, estamos, como en el dicho anterior sobre la paz y la espada, ante la doble ruptura generacional y de género. Ante el peligro de convertir la familia en gueto privilegiado y clasista, excluyente de los extraños y frecuente foco de egoísmo colectivo y posesivo, Jesús ofrece un proyecto de familia abierta, levantada sobre la gratuidad y la universalidad6.

. El divorcio o la igualdad del hombre y la mujer (Mc 10, 11; Mt 19, 8; Lc 16,18). Los tres evangelios sinópticos reflejan este dicho de Jesús. Pero, mientras Marcos lo acomoda a la mentalidad grecorromana, más liberal, Lucas se mantiene más pegado a la tradición androcéntrica judía: “Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con una repudiada comete adulterio”. Como afirma Dominic Crossan7, Jesús no se opone directamente al divorcio, sino a la legislación judía que lo convierte en privilegio exclusivo del varón. En este contexto jurídico, contra el que Jesús reacciona, se rompe el proyecto ideal del Génesis 2, 24 que apunta a la constitución, desde el amor, de un solo ser sin sometimientos ni dominios en la pareja. La ley judía está siendo injusta porque deshumaniza a la mujer y a toda la familia sometiéndolos al capricho y dominio del patriarca. El conflicto, una vez más, surge entre la igualdad que propugna el Reino y el sometimiento que vige en la familia patriarcal, reflejo, a su vez, del dominio de la clase dominante sobre el pueblo.

3. La alternativa de Jesús o la familia Dei

Chris-Calvey-as-Jesus-Approving-of-GaysEl tipo de familia que propone Jesús es en definitiva una respuesta crítica y, a la vez, una propuesta alternativa al modelo patriarcal vigente. Surge como reacción espontánea a la provocación ética que está generando la realidad sociopolítica y religiosa de la Galilea de su tiempo. Una realidad impuesta desde el poder que está dejando fuera de las instituciones oficiales a mucha gente. No podía ser nunca bueno un sistema que ignora y excluye a la mayoría social. Y la familia androcéntrica y patriarcal, que reproduce en el espacio doméstico este mismo desajuste social, es, por este motivo, rechazable. La alternativa de Jesús apuesta por una forma de articulación social que, invirtiendo el (des)orden establecido por las instituciones oficiales del imperio y del templo, comienza desde abajo, desde las víctimas que estas mismas instituciones están creando. Su propuesta o tipo de familia que Jesús propone y pone él mismo en marcha se concentra en lo que él mismo consideraba la familia Dei8. En esquema, se reduce a las dos claves siguientes:

Frente a la familia patriarcal fundada sobre la propiedad de los bienes y de las personas que se convierte en un sistema cerrado, excluyente, y frecuentemente posesivo, el nuevo proyecto se levanta sobre la sociabilidad y la gratuidad de los bienes y las personas, abierto a la inclusión y la universalidad. Y frente a la verticalidad que se impone desde arriba y reproduce el viejo (des)orden de autarquía y sumisión, Jesús propone un nuevo tipo desde abajo que se levanta desde la autonomía e igualdad de todos los miembros. Al poder monárquico y absoluto de la figura del padre que todo lo somete y domina se opone la toma de conciencia de la igual dignidad desde la que todas y todos son hermanos: “vosotros, en cambio, no llaméis a nadie “padre” vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro “Padre”: el del cielo” (Mt 23, 9).

De entre la multitud de gente que lo seguía, algunas personas se comprometen con el nuevo modelo. Provienen desde distintas situaciones. Un colectivo amplio lo constituyen los que nada tienen, víctimas del sistema; otros lo hacen por vocación.

El primer grupo lo constituyen los que Holl calificó de “malas compañías”, es decir, los pobres y mendigos, los sin hogar y sin tierra, desarraigados y siempre en camino. Entre los segundos se cuentan los que, por opción, han dejado casa, hacienda o familia. Unos y otros van creando en torno a Jesús círculos de pertenencia de forma espontánea., desde los “meros oidores de su palabra” y los discípulos y discípulas que lo siguen de forma itinerante entre las aldeas hasta los mismos labradores que ponen su casa y sus bienes a disposición de los que anuncia un nuevo estilo de vida, el del Reino de Dios.

Una reflexión final

Pretender trasladar la realidad de hoy al evangelio y querer descubrir en él la presencia explícita de todos y cada uno de los tipos de convivencia que hoy se dan, es, quizás, demasiado artificial. Pero tampoco sería correcto dejar tanta vida fuera del evangelio.

Hay, a mi modo de ver, dos instancias desde las que todos estos tipos de familia entran por la puerta grande en la nueva Familia de Jesús o Familia Dei: desde la situación de exclusión, rechazo y marginación de la que—si no jurídicamente en algunos países— están siendo objeto sociopolítica y religioso-culturalmente en la “buena sociedad” y en las viejas iglesias. Son ellos hoy aquellas “malas compañías” de las que quiso rodearse Jesús en su día. Esto en primer lugar. Y, luego, desde el principio del amor, omnipresente en todos los rincones de los evangelios9. También hoy se puede oír la propuesta de Jesús: “amadlos como yo los he amado”.

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El Comercio no publicará más artículos de Cipriani

Domingo, 23 de agosto de 2015
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juan-luis-cipriani-thorneAdemás de intransigente, fundamentalista y homófobo… copión… Si es que “antes se le coge al mentiroso que al cojo“… dice el refrán.

“Son una estrategia para hacer daño”

El cardenal plagió a Pablo VI y Ratzinger

Tras revelarse el plagio que cometió el cardenal Juan Luis Cipriani en dos de sus columnas publicadas en El Comercio, el diario ha decidido no darle más espacio para la publicación de sus artículos.

En un comunicado publicado en la web del diario se informa que el diario retiró los artículos en base a su política de contenidor. “Los textos han sido retirados porque el diario no publica artículos donde aparecen como quien firma los textos que en realidad son de terceros”, se lee en el comunicado.

Finalmente aclara que Cipriani “no tiene un lugar específico en el periódico” por lo que “no hay espacio que pueda cancelar”. “Está claro que el diario no publicará más artículos del cardenal”, cierra el comunicado.

El cardenal fue acusado de plagiar al papa Benedicto XVI en su columna de opinión titulada “Sentido primaveral de nuestra historia”. Más tarde, el cardenal pidió perdón por no colocar la cita alegando “falta de espacio”.

Por su parte, Cipriani aseguró que las acusaciones son “una estrategia para hacer daño”. El cardenal indicó que “si ha habido una impresión de ellos de haber usado ideas o planteamientos sin citar fuentes, renueva sus disculpas al diario y a los lectores”.

Sin embargo, pese a lo señalado, lamentó que el diario El Comercio haya anunciado que no le permitirá volver a escribir y señaló que “podía haberse conversado con un poco más de confianza pues hay una clara explicación“.

En otro momento señaló que, a su parecer, existiría una “pequeña revencha o un intento para que no hable” luego de que el diario no no aceptaran la carta de justificación por sus columnas.

Además sentenció que continuará expresando sus opiniones en los demás sitios donde se le permita. “Me queda RPP, así como la Catedral de Lima, donde siempre me pueden buscar”, afirmó.

El tema es que el arzobispo de Lima, cardenal Juan Luis Cipriani, tuvo que admitir el miércoles que omitió las fuentes en dos artículos de opinión que publicó en uno de los principales diarios de Perú y en en los que usó frases textuales de dos pontífices.

“Lamento que la brevedad del espacio me llevó a omitir las fuentes y reconozco ese error, afirma Cipriani en una carta dirigida al director de El Comercio, diario de referencia en Perú. El obispo peruano utilizó extractos del libro “Communio” del entonces cardenal Joseph Ratzinger y de la encícilica “Ecclesiam Suam” de Pablo VI.

El caso fue revelado el lunes por el portal de noticias utero.pe y despertó una oleada de comentarios en las redes sociales y en blogs acusando de plagio al cardenal, conocido por sus posiciones ultraconservadoras en política y moral.

El artículo que encendió la chispa fue “Sentido primaveral de la historia, un texto donde aboga por “hacer valer en la vida pública el plano moral”, y que fuera publicado el domingo pasado en El Comercio. En ese texto aparecen varias frases de “Communio”, libro de Ratzinger publicado en 1995 antes de devenir el papa Benedicto XVI, según comprobó el portal peruano.

La omisión dio pie a rebuscar errores en otros textos, lo que ocurrió con el artículo “Tú tienes la palabra”, publicado también en El Comercio el 23 de mayo de este año, donde se encontró párrafos de la encíclica de Pablo VI, “Ecclesiam Suam”.

“He visto la reacción que ha suscitado en algunos blogs de redes sociales y siento la necesidad de responder a ellos“, acotó Cipriani en su carta. El cardenal peruano señala como atenuante que “las tesis que expone (en sus artículos) son parte del patrimonio de las enseñanzas de la iglesia católica. Según Cipriani, “este patrimonio común de nuestra fe no tiene, por decirlo así, una propiedad intelectual, pero es habitual y correcto citarlos para una mejor comprensión y, en ocasiones, para reforzar la autoridad de la doctrina que se expone“.

El diario El Comercio señaló en una nota que “lamenta profundamente lo ocurrido con estos artículos de Cipriani” y recuerda que, “más allá de las que puedan ser las consideraciones internas de la iglesia católica“, se deben “hacer las menciones correspondientes para no dar una idea equivocada al lector sobre la autoría”.

(Rd/Agencias)

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