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Según dicen, Isabel II comentó “¿No es maravilloso?” al firmar la ley que permite el matrimonio igualitario

Martes, 17 de febrero de 2015

matrimonio-gay-reino-unidoIsabel II opina que el matrimonio gay es “maravilloso”, según asegura el actor y escritor británico abiertamente homosexual Stephen Fry en unas declaraciones en el programa The Jonathan Ross Show, un talk show de la televisión privada inglesa.

La Reina de Reino Unido “expresó aprobación” cuando firmó la ley de matrimonio igualitario el 17 de julio de 2013, como punto final de unos trámites que comenzaron meses antes.

“Cuando la Reina dio la sanción real para la ley de matrimonio igualitario, que permitía por primera vez que los gays puedan casarse, firmó y dijo: ‘Bueno, ¿quién iba a pesar hace 62 años cuando llegué al trono que yo estaría hoy firmando algo como esto? ¿No es maravilloso?‘”, asegura Fry.

Fry dijo que no estaba seguro de si la historia era real, pero aseguró que estaba “bien fundada”. “Estoy muy orgulloso de vivir en el país (la aceptación) parece ser la opinión de la mayoría absoluta”, añadió.

La Reina debe permanecer políticamente neutral y nunca ha hablado públicamente sobre el matrimonio igualitario.

Las realezas europeas parecen comenzar a acercarse a las comunidades LGBT de sus países. El Rey de España Felipe VI recibió a colectivos LGTB en su primera audiencia dada a la sociedad civil y en otras posteriores (1, 2 ) además de  protagonizar recientemente la portada de la revista gay RAGAP Magazine.

Al poco, también hemos conocido la, al parecer, preferencia de la reina madre de Inglaterra por los mayordomos gays.

btallonPA2511_468x533Siempre se supo que la reina madre de Inglaterra prefirió que a su servicio hubiera gays -mucho antes de que la homosexualidad fuese aceptada o incluso legal-, para evitarse preocupaciones con sus hijas las princesas Isabel y Margarita y porque, según comentó en una carta, podían concentrarse mejor en su tarea, al no tener que ocuparse también de una esposa y una prole; además, estaban siempre dispuestos a viajar sin quejarse.

Y el elegido fue William Tallon (tras ella en la fotografía). Tenía muy buena percha y era homosexual. Era el mayordomo perfecto, o eso aparentaba. Un servidor devoto que durante 50 años procuró que la ‘abuelita‘, como la llamaba el príncipe Carlos, estuviese primorosamente atendida. Su jornada se extendía desde las 7:30 horas, cuando entregaba a la doncella la bandeja del desayuno té aguado, un bol con semillas de amapola y una rajita de melón para que se lo sirviese en la cama, hasta altas horas de la noche, pues la reina madre solía acostarse tarde.

Tallon siempre fue discreto. Los tabloides le hubieran pagado una fortuna por desvelar los secretos palaciegos, pero él nunca cayó en la tentación. A pesar de su magro sueldo unos 13.000 euros anuales, aunque con alojamiento y comida gratis y de que terminó malviviendo de una irrisoria pensión. Tallon se llevó sus secretos a la tumba. Pero casi ocho años después de su muerte le siguen tirando de la lengua. Y esta vez no puede hacer nada. Ni él, que es el biografiado en un libro que se publica el mes que viene y ya ha provocado reacciones furiosas; ni la reina madre, que es la víctima colateral de la biografía. Según el avance de la editorial, la madre de Isabel II pasó «ebria y lunática» las últimas dos décadas de su larguísima vida. El texto está escrito por Thomas Quinn, especialista en airear los trapos sucios de las grandes familias del Reino Unido. Según Quinn, la mujer de Jorge VI veneraba a su mayordomo porque, entre otras cosas, sabía hacer los gin-tonics como a ella le gustaban: «Nueve décimas partes de ginebra y una de tónica».

Tallon se convirtió en una presencia benefectora para la reina madre, que siempre le perdonó sus deslices. «El tonto de Billy ha hecho otra de las suyas», solía murmurar. Porque el mayordomo también tenía un lado oscuro. Muchos de los que estaban a su servicio lo odiaban, lo envidiaban o lo temían. Era muy promiscuo. Un depredador sexual que, según cuentan, elegía a sus conquistas entre el personal de palacio. Y podía hacerle la vida imposible a quien se resistiera a sus avances. Un criado, Liam Cullen-Brooks, lo recuerda como alcohólico y vengativo. «Había clases y clases. Y no me refiero a la familia real, ellos se comportaban bien con nosotros. La brecha era entre los criados veteranos y los novatos como yo. Tallon y su amante, Reginald Wilcock, eran unos déspotas. Y eran insaciables. Siempre estaban al acecho de nuevas presas. Castigaban a los que no se dejaban haciéndoles limpiar la plata o las hojas muertas de una higuera. Cuando habías terminado, sacudían el árbol para que volviesen a caer hojas. Asaltaban las bodegas y las cocinas reales cada fin de semana. Y se llevaban vinos carísimos. Vi a Tallon desplomarse en público, borracho. Pero tenía bula y siempre se salía con la suya», recuerda.

Cuando la vida privada de Tallon se convirtió en carnaza para la prensa sensacionalista, hubo presiones para que la reina madre lo expulsara. Pero ella llamó a sus secretarios privados y les dijo: «Los empleos de mis criados no son negociables. Los de ustedes sí». La reina madre murió en 2002, a los 101 años, y Tallon nunca superó el golpe. Pidió que le dejasen despedirse de ella en privado, pero le fue vetado el acceso a la habitación mortuoria. Su alcoholismo se agravó. Y los que le tenían ganas se vengaron. Fue expulsado del servicio doméstico y acabó en un piso londinense, solo, rodeado de recuerdos y de los 644 objetos personales que se llevó de palacio y que fueron subastados después de su muerte. Como su pensión no le llegaba, el príncipe Carlos se las arregló para que le dieran 100 libras extra a la semana, unos 130 euros. Falleció en 2007, a los 72 años, de una dolencia relacionada con el sida. Fue fiel a su señora hasta la muerte. Pero, por lo visto, no va a poder serlo eternamente.

 

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