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“Ante la pederastia clerical, breve decálogo”, por Xabier Pikaza

Domingo, 30 de noviembre de 2014

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Del blog de xabier Pikaza:

Y para seguir con el tema, este artículo: “Hijos de P., pero de los nuestros”

Desde hace algunos años vuelve regularmente a de prensa (y por desgracia a la vida), el tema de la pederastia, especialmente en su vertiente clerical, aunque son infinitamente más los casos ocultos que los desvelados.

En este momento está en primera plana el asunto de una presunta “mafia” de pederastas curas de Granada (España), sacudiendo la conciencia clara o “farisea” de millones de personas. Es bueno que así sea, si sirve para orientar a la Iglesia y para “curar” (de formas distintas) no sólo a las víctimas, sino a los posibles pederastas.

El tema en general es muy complejo y no tengo gran autoridad para abordarlo, pues no soy médico, educador, psicólogo o juez…. Pero lo he vivido de cerca, desde hace mucho tiempo, he conocido muchos casos, y eso me permite opinar con libertad, desde una perspectiva cristiana (humana).

El problema nos sitúa en la raíces de la conflictividad afectiva de hombres y mujeres, mayores y niños, y nadie tiene las claves para resolverlo, aunque muchos piensan que, al fin, en esta sociedad, es insoluble. No se puede solucionar, pues forma parte de la trama de la vida… pero puede encauzarse quizá un poco mejor, y así pienso hacerlo en las reflexiones que siguen, abriendo caminos de cambio para la sociedad (y de un modo más concreto) para la misma Iglesia, en línea de humanidad, que es la línea de la Iglesia, para bien de los niños y de todos los hombres y mujeres.

1. Pederastia, un tema humano

La pederastia se inscribe en el proceso de educación y maduración afectiva y sexual de los niños. En un momento dado, algunos educadores (del entorno familiar o social) en vez de acompañarles y guiarles en respeto, gozo y libertad, hasta que ellos puedan elegir y recorrer personalmente su opción afectiva, tienden a aprovecharse de ellos, para encontrar placer o ejercer su poder.

Algún tipo de pederastia se ha dado y seguirá dándose siempre en el contexto familiar y educativo, recibiendo valoraciones distintas en las diversas sociedades, desde los sistemas tribales antiguos, pasando por las culturas clásicas (Grecia. la India…) hasta la actualidad. En algunos contextos culturales un tipo de pederastia se sigue considerando legal e incluso se admite el matrimonio con menores.

2. Perversión suprema. Dos tipos de pederastia

Está por un lado la pederastia “casual”, por así decirlo, mucho más frecuente de lo que se dice, en contextos de cercanía afectiva, especialmente familiar. Un tanto por ciento bastante elevado de niños y niñas han sido objeto de miradas y “tocamientos”, que a veces se “resuelven” con la edad, pero que otras veces causan en ellos grandes traumas, como saben bien los expertos (amigos y educadores, psicólogos y médicos etc.). Muchas veces, este tipo de pederastia casual no necesita resolverse en los tribunales, sino que se resuelve (y sufre) con la misma vida, aunque en otros casos debe llevarse ante el juez.

Está por otra parte la pederastia organizada en forma de “trata de niños y niñas”, desde el llamado “turismo sexual” (para conseguir por dinero el “trato” con menores, hasta la prostitución infantil y el utilizamiento organizado de niños y niños. En este caso se sitúan las “mafias” que actúan a veces por dinero, otras por simple “placer”, de forma duradera. En esta línea se pueden situar los casos de “aprovechamiento” continuo de niños y niñas. Ésta es una de las grandes lacras de nuestra sociedad. Aquí debe acudirse siempre al juez.

3. Iglesia, un lugar sagrado (y peligroso) para niños

La iglesia cristiana puede y debe concebirse como espacio de maduración en el amor, en libertad. Por eso, en ella cobra un sentido especial el “amor” a los niños, entendido en forma de respeto y de acompañamiento en el proceso de la educación personal, familiar, afectiva. En esta línea se (nos) sitúa de un modo especial evangelio de Marcos (y de Mateo) que presentan el “escándalo de niños” (es decir, la utilización sexual o humana de menores) como el mayor de todos los pecados: “Más le valdría atarse a una piedra de molino y tirarse al mar que hacer daño a los niños”.

Pero la misma cercanía afectiva que ofrecen los grupos de Iglesia (y otros grupos semejantes: ciertos centros educativos, escuelas deportivas etc.) puede convertirse en espacio de alto riesgo, si es que los “educadores cristianos” pierden su norte (no son hombres y mujeres de madurez afectiva) y buscan en los niños una satisfacción sexual compensatoria. Siempre se ha sabido que lo más alto puede convertirse en lo más bajo, pasando del “creo en Dios Padre” a la “resurrección de la carne” en un lugar equivocado.

4. Pederastia clerical. Una situación de riesgo

La iglesia debería ser (y en gran parte ha sido y sigue siendo) un espacio ejemplar de acogida, educación y maduración de los niños. Así lo muestra la inmensa labor de miles de religiosas y religiosos que han entregado su vida a la educación de los niños, en libertad y respeto. Pero en ciertos sectores de Iglesia, un tipo de celibato ministerial (o de autoridad), impuesto de un modo apresurado (para captar vocaciones de grupo) y vivido en contextos “sacralizados” (con poca libertad y madurez) ha podido servir de “caldo de cultivo” para un tipo de “tendencia a la pederastia compensativa” (ante otras carencias afectivas).

Con seguridad, esta pederastia clerical sacralizada no es mayor que la que se da en otros contextos de familia y escuela, o en centros educativos y organizaciones sociales de diverso tipo, pero presenta una mayor gravedad por el hecho de que se produce en un ambiente sacralizado donde el educador clérigo ejerce una autoridad espiritual sobre los menores (y se aprovecha de su dignidad) para utilizarles sexualmente, de un modo más o menos claro. Siempre se ha dado la mirada especial al más “guapito/a”, algún tipo de preferencia (¡y es normal!), pero si ese gesto sale del cauce normal de la vida puede convertirse en fuente de satisfacción sexual sustitutoria (enfermiza, y a veces criminal).

5. Justicia social (y cristiana), el derecho del niño

Pues bien, en este contexto se ha dado un cambio fundamental que (para sonrojo de los eclesiásticos) ha comenzado en la sociedad civil antes que en la Iglesia: Desde hace unos decenios (y especialmente en los últimos años) la justicia de los países occidentales está condenando severamente la pederastia. Se ha dado aquí un salto cualitativo, algo que antes (y en otros países todavía) resultaba impensable: La sociedad civil ha tomado a su cargo la defensa de la libertad y de la autonomía “afectiva” de los niños.

Este cambio (el descubrimiento y protección de los derechos personales, afectivos y sexuales de los niños) constituye un elemento clave en el despliegue de la humanidad. La sociedad civil se siente capaz de proteger a los niños, por encima incluso de su mismos entornos familiares y sociales (donde ellos vivían antes). Pues bien, en este campo, eso es absolutamente normal (y necesario) que la Iglesia acepte en este campo el veredicto y control de la sociedad civil, sin privilegios clericales,

6. Estamos en un tiempo bueno. Contra la “omertá” clerical

Ha existido desde antiguo una pederastia de ese tipo, envuelta en gestos de secreto sagrado y mantenida oculta por la “omertá” típica de todos los grupos cerrados (desde la mafia siciliana hasta una gran iglesia). Estos problemas se resolvían en silencio, dentro de la propia iglesia (o familia), conforme a una larga tradición, que tenía sus valores, pero también sus grandes (mayores) riesgos; han sido miles y miles de hombres y mujeres los que han sufrido en la Iglesia (y más en otros grupos sociales) un tipo de presión afectiva, sexual y personal de este tipo.

Pues bien, nos hallamos en un tiempo bueno, propiciado por la nueva libertad social, y por la misma actitud de la Iglesia Católica que quiere abrirse y mostrar sus problemas, sin miedo ante el mundo, por el cambio de actitud del Papa Benedicto y más por el de Francisco. Está terminando la omertá clerical, está es una de las mejores noticias que hemos escuchados en los últimos decenios en un campo eclesiástico. No es que ahora haya más casos de pederastia, posiblemente hay muchos menos, pero se conocen, ye es muy bueno que se conozcan, para que así sepamos lo que somos y podamos plantear de mejor manera nuestras experiencias, caminos y metas.

7. Un tema “social”. No sólo “castigar”, sino reeducar (también) al pederasta

La justicia social (cf. Constitución Española 25, 2) tiene como fin no sólo el “corregir” (castigar) a los infractores (y proteger a los niños sometidos al abuso sexual de los mayores), sino abrir a los mismos pederastas un camino de “corrección” (de re-educación, re-socialización). No se trata sólo de castigar, sino especialmente de ofrecer espacio de maduración distinta, empezando quizá por la cárcel (¡qué utopía!), para centrarse sobre todo en el cambio social.

El problema de la pederastia no se resuelve sólo con el miedo al castigo, ni con la “cárcel que debe reeducar”, sino con el establecimiento de una sociedad madura y sana en el campo social y afectivo. Como decimos, la sociedad no debe ocuparse sólo de defender al niño jurídicamente al niño (cosa necesaria), sino también de educar y ofrecer espacio de cambio para el pederasta, haciendo posible el surgimiento de una sociedad donde los adultos puedan desplegar en libertad su opción sexual, sin descargarla (de forma enfermiza o “voluntaria” y criminal) sobre los niños.

8. Una iglesia para niños, pero también para “pederastas” (para su perdón y “conversión”)

Conforme a lo anterior, la iglesia debe abrir espacio de educación en madurez y libertad para los niños; esto es lo más importante, ofrecer espacio sociales de madurez en el amor, sin imposiciones, ni magias estructurales, sin normas que se impongan sobre individuos y grupos. Por eso, ella no puede condenar sin más al pederasta, sino ofrecerle también espacios, estímulos y caminos para una educación en el amor y libertad (y para el surgimiento de una sociedad sin pederastas).

También el pederasta merece un respeto y una atención. No podemos hacerle chivo expiatorio de todos nuestros males, como ahora tiende a decirse en ciertos círculos de Iglesia. (He oído decir a un jerarca muy alto de la iglesia hispana que hay que arrancar a los pederastas y expulsarlos de la iglesia, como manzanas podridas…). Ciertamente, los pederastas clericales han de ser juzgados sin más por las leyes sociales, pero ellos siguen siendo “hijos queridos” de la Iglesia, que (en muchos casos) tiene la responsabilidad real (¡no la culpa!) de lo que ellos son, pues les ha hecho vivir (hasta ahora) en un ambiente que parecía propicio para cierto tipo de pederastia. En esa línea, muchos pederastas clericales son producto de un tipo de iglesia, y no se les puede condenar sin que la Iglesia haga “penitencia” (y abra un camino de conversión) con ellos.

9. Un cambio de iglesia (más allá de un celibato)

Creo (y sé por experiencia) que el celibato temporal o para siempre es un “don” evangélico, si evangélicamente se vive. Creo, además, que el celibato ofrece unos cauces de autonomía y responsabilidad fuerte en la entrega por el Reino de Jesús. Pero vivido en ambientes de poder (¡sólo el célibe puede…!) y desarrollado en espacios de afectividad “cerrada” ha podido convertirse en caldo de cultivo de un tipo de pederastia (vinculada sobre todo con un tipo de homosexualidad entendida como pecado).

Por eso es necesario un cambio fuerte en la vida de la Iglesia, más allá de pequeños maquillajes de imagen, de simples cambios de cosmética propagandística. Se trata de volver al Evangelio, a la raíz de la vida humana, en libertad y autonomía, destacando la madurez de las personas (con opciones afectivas básicamente estables). Por eso me alegro de “presunto” crimen del “clan” de Granada, si sirve para replantear algunos temas básicos del celibato y del “poder” eclesial y si, al mismo tiempo, sirve para que los pederastas puedan encontrar, al fin, si es que lo han sido, un camino de madurez humana, no como “manzanas podridas”, sino como pecadores (culpables) arrepentidos y transformados (es decir, como cristianos de primera).

10. Un tema para la Congregación de la Doctrina de la Fe.

Éste es finalmente un problema que me viene impactando hace ya tiempo. Los mayores de edad, dedicados a la teología, con cierta libertad, amor y riesgo, hemos sentido en la nuca la mano fría de esta Congregación, que nos ha vigilado (y a veces perseguido) por la forma de entender la Encarnación del Logos, la Personalidad el Espíritu Santo o el sentido biológico de la maternidad divina de María… Pues bien, los años altos y “gloriosos” de esta Congregación han pasado, y ahora ella se ocupa de temas “bajos” de pederastia clerical, considerada como tema de fe.

Tengo mis grandes dudas sobre la efectividad de este cambio. No sé si los clérigos de la Doctrina de la Fe de “Pedro” son los mejor preparados para entender, vigilar, castigar y “convertir” a los que tienen problemas de “petrina”. Pero ahí están. No sé si han caído o han subido en el escalafón vaticano… Pero es evidente que han cambiado. Les deseo un buen trabajo. Quizá vuelva a hablar de ellos otro día, si el tema lo merece.

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