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¿Quién vigila y controla a los obispos?

Martes, 11 de noviembre de 2014

Valladolid-0020-Medina-del-Campo.Centro-Cultural-S.Vicente-Ferrer.-Cristo-en-brazos-de-la-Muerte-“Cristo en brazos de la muerte”, de Ricardo Flecha

El problema es que todos los aspectos humanos de Munilla, “siendo importantes y, siendo también parte del rostro de la figura de Munilla, son superficiales y no se adentran en la profundidad del misterio de Munilla“…. Y de esos polvos… estos lodos…

Munilla ideologiza el Evangelio

¿Cómo y por qué fiarse de este obispo?

“Constatamos continuamente que tiene graves deficiencias en su formación teológica y comete frecuentes errores doctrinales”

La Diócesis de Donostia se adentra en el curso 2014-2015 con el Programa Pastoral titulado ‘Dejarnos conducir por Él’, firmado por el obispo José Ignacio Munilla.

(Xabier Larramendi, Noticias de Guipúzcoa).-  Lo tomamos en una parroquia de Gipuzkoa y vemos que previo a los objetivos y acciones hay un capítulo relacionado con la visita Ad Limina en febrero pasado, la visita que los obispos realizan periódicamente al Vaticano para informar de la situación diocesana. Me detendré en un aspecto que, a mi juicio, reviste una especial gravedad.

En la primera parte del documento, José Ignacio Munilla ofrece un resumen de las orientaciones recibidas en Roma. En la descripción y desarrollo de estas “orientaciones recibidas” dedica el último apartado a la Integridad y vivencia de la fe. El obispo transcribe las indicaciones textuales del Cardenal Gerhard Müller, Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, en un Memorándum enviado por él, que, entre otras cosas, dice lo siguiente: “Esta Congregación ha animado a los Prelados a ejercitar una constante vigilancia para que los contenidos de la doctrina de la fe sean presentados íntegramente, sobre todo en los Centros Universitarios y en las facultades de Teología”.

Sin duda, Munilla muestra un gran celo al ejercer su “constante vigilancia” en lo que se refiere a los contenidos de la doctrina de la fe, pero muchos albergamos dudas mayores, muy fundadas, de que lo haga por la “integridad” de la fe. En la Diócesis de Donostia se ha extendido la convicción de que su vigilancia es una excusa y ocasión para realizar una limpieza ideológica y purga de quienes no piensan como él. El despido de profesores del Instituto de Ciencias Religiosas es un ejemplo de ello.

La integridad de la fe no es ciertamente el aspecto en el que más acierta el obispo Munilla. Él mismo cae con frecuencia en un adoctrinamiento absolutamente escorado, rayando, dicho con palabras suaves y moderadas, en una parcialización de la fe y, por lo tanto, en una ideologización del Evangelio. El mismo mal del que acusa a otros. He aquí un botón de muestra.

Es el 29 de junio, día de los Apóstoles san Pedro y San Pablo. En la catedral del Buen Pastor tiene lugar la celebración de acción de gracias al finalizar el curso pastoral donde, al mismo tiempo, son ordenados un sacerdote y un diácono. Localizamos en Internet el vídeo donde se ve a Munilla, muy en su estilo, improvisar la homilía con el recurso a algunos apuntes. El obispo sienta desde el comienzo la base de su formulación de la fe. Afirma que todos los aspectos humanos de Jesús “siendo importantes y, siendo también parte del rostro de la figura de Jesucristo, son superficiales y no se adentran en la profundidad del misterio de Jesucristo“.

La primera reacción es de perplejidad, pero no tardamos en pasar al escándalo. Quien haya realizado unos mínimos estudios de Teología se preguntará si esa afirmación no pervierte la fe que confiesa la Iglesia desde sus inicios, Concilio de Calcedonia, y si no niega el contenido del hecho central del cristianismo, que es la Encarnación del Hijo de Dios en la naturaleza humana de Jesús. Es decir, si superficializamos al Jesús humano, estamos superficializando nuestro conocimiento de Dios revelado en Jesús.

Veamos:

1- Los aspectos humanos de Jesús no son “superficiales” sino fundamentales, absolutamente necesarios, pues el Hijo de Dios no se encarna en una idea o concepto abstracto, sino en la humanidad concreta de Jesús.

2- Estos aspectos humanos no son solo “parte del retrato de la figura de Jesús” sino que son precisamente los rasgos en los que se nos revela el Hijo de Dios. Sin esos rasgos humanos, no acontece la revelación de Dios que confiesa la fe cristiana.

3- Frente a la afirmación del obispo Munilla de que los rasgos humanos de Jesús no se adentran en la profundidad del Misterio, hay que decir que son esos aspectos humanos los que nos adentran en la profundidad del Misterio de Dios, de tal modo que si ignoramos al Jesús humano, ignoramos la única vía de conocimiento de Dios que la fe cristiana confiesa como camino al Padre.

4- Por otro lado, si ignoramos al Jesús humano, no podemos seguir a Jesús ni conocer cuál es la misión de la Iglesia en el mundo. Si lo superficializamos estamos afirmando que nuestro seguimiento a Jesús es superficial y también el conocimiento que podemos tener de la misión de la Iglesia.

5- A pesar de la frecuencia con la que Munilla cita al papa Francisco, contradice su mensaje: “La Iglesia ha de llevar a Jesús: este es el centro de la Iglesia. Si alguna vez sucediera que la Iglesia no lleva a Jesús, sería una Iglesia muerta”, dice en una homilía el papa Bergoglio.

Por todas estas razones el mensaje del obispo Munilla, como tantas otras veces, corre el riesgo de confundir gravemente la fe de los cristianos y cristianas. Por ello, me pregunto, y pregunto a los responsables de la Iglesia: ¿quién tiene la responsabilidad de vigilar las palabras de los obispos y de éste en concreto? No creo que este prelado sea un modelo en la exposición integral de los contenidos de la fe. Al contrario, constatamos continuamente que tiene graves deficiencias en su formación teológica y comete frecuentes errores doctrinales.

De modo que, ¿cómo y por qué fiarse de este obispo? Cuando la fe se ideologiza, en el sentido de convertirse en un sistema cerrado de pensamiento, el adoctrinamiento ideologizado se pone por encima de la integridad y fidelidad a la fe, tergiversando su contenido. Este es un problema permanente en la historia de la Iglesia.

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He aquí dos ejemplos.

Ireneo de Lyon (s. II) se vio obligado a defender la fidelidad a la fe recibida contra los gnósticos, que defendían los errores de los “docetas”, quienes afirmaban sobre Jesucristo “que solo en apariencia se manifestó, no naciendo en la carne ni haciéndose verdaderamente hombre”. Ireneo sostuvo, con la fe de la Iglesia, que la encarnación del Verbo en Jesús fue real y esencial, no superficial.

Santa Teresa (siglo XVI), frente a quienes pensaban que se podía prescindir de la humanidad de Jesús, afirmará que a medida que el creyente va escalando las más encumbradas etapas de su desarrollo espiritual, la presencia de lo humano del Señor se intensifica, su “Sacratísima Humanidad”.

Creo que el obispo Munilla, sin llegar a afirmar que es un “docetista”, minimiza la humanidad de Jesús y difunde la fe con un discurso en el que no se siente la Buena Noticia, sino la dureza y aridez de una doctrina ideologizada, dogmática y cerrada. Es difícil tomarse en serio lo que dice este obispo. Por ello, ante Munilla va creciendo una objeción de conciencia con la que cada vez más cristianos viven la fe, cosa que a algunos y algunas les está costando muy caro.

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