Criminalizar la homofobia, distribuir material didáctico en los colegios para educar sobre la cuestión de género e identidad sexual y la defensa enérgica del derecho de los homosexuales a casarse y adoptar. Eran algunas de las propuestas estrellas de Marina Silva, la candidata Partido Socialista Brasileiro a la presidencia de Brasil y máxima favorita a comienzo de la carrera presidencial.

Prometió que una de sus prioridades iba a ser eliminar las barreras a la adopción para las parejas del mismo sexo, pero, apenas 24 horas después se desdijo. La candidata temió perder parte del respaldo de los evangélicos, una de los más potentes “lobbies” del país carioca, y la rectificación le ha salido muy cara.

Tras la primera vuelta, aquellos que todos daban como primera opción, apenas ha ocupado la tercera plaza y el 21% de los votos. No solo ocupó el mismo lugar, sino también obtuvo el mismo porcentaje de respaldo que el anterior aspirante socialista, Eduardo Campos, que murió el pasado agosto, logró en 2010.