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“Reemplazar el sacerdocio jerárquico por el sacerdocio de Jesús, que es el de todos”, por Benjamín Forcano, teólogo

Miércoles, 2 de julio de 2014

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-Existen en la Iglesia estructuras que pueden condicionar el dinamismo evangelizador-

-La Iglesia vive en permanente reforma de sí por fidelidad a Jesucristo-.

(Papa Francisco, GE)

. Con empeño especial he sintetizado la primera parte del libro de Xabier Pikaza: “La Novedad de Jesús-Todos somos sacerdotes”. Desde siempre se nos ha hablado del sacerdocio común, como algo propio de todos los cristianos. Pero, ha servido de bien poco. Ese sacerdocio, que es el de Jesús, y que representa una mutación sustancial con respecto al sacerdocio del pueblo judío y de otras culturas del Antiguo Oriente, es el único existente en la Iglesia católica, pero ha pasado a ser exclusivo de los hoy llamados clérigos.

El sacerdocio de Jesús no necesita de templos, ritos y sacrificios , ni de especiales intermediarios entre Dios y los hombres; es distinto y se condensa en el amor que rige y mueve toda su vida, no en otro tipo de sacrificio externo, violento, oficiado por intermediarios sagrados.
Hay que volver al origen y retomar el Evangelio, porque nos hemos alejado de él, otorgando el título de sacerdotes, únicamente a una élite,- la clase clerical-, contrapuesta al laicado y erigida sobre él como una categoría superior, con poderes que la elevan sobre el resto de los fieles.

Admitir que la Iglesia se compone de dos categorías: una clerical y otra laical, con desigualdad entre ambas, es introducir algo contrario a la condición y dignidad sacerdotal de todo cristiano, fundada en el sacerdocio de Jesús. En el Vaticano II, aparecen aún dos eclesiologías, no armonizadas. Así, en LG 10 se dice: “El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque su diferencia es esencial, no sólo gradual, sin embargo se ordena el uno para el otro, porque ambos participan, del modo suyo propio, del único sacerdocio de Cristo”.

Es el único texto donde se señala que la diferencia es esencial, pero sin fundamentar en qué y por qué. El sacerdocio de Jesús se comunica y opera en todos según lo que es. Y así se caminó en la primitiva Iglesia. Asignar a un “grupo” -los hoy clérigos- una participación singular y específica de ese sacerdocio hasta el extremo de establecer una diferencia esencial, es un invento posterior. EL Vaticano II recalca en mil partes la posesión y comunión de todos en el sacerdocio de Jesús y en virtud de ella queda descartada toda desigualdad, discriminación o subordinación. El sacerdocio “jerárquico” no responde al sacerdocio de Jesús ni tiene sentido en la primitiva Iglesia. Será, a lo más, una de las tareas o servicios que producirá y designará la comunidad sacerdotal, pero nunca en el sentido de transferirle un valor o dimensión nueva que le de plenitud en el obispo y en menor grado en el presbítero. El sacerdocio de Jesús es laical en él y en consecuencia en todos, y creará en las comunidades cuantas funciones, tareas, carismas o servicios (ministerios) sean necesarios .

INTRODUCCION

La razón del tema es clara. Nos encontramos, tras dos mil años de historia, con que el tema del sacerdocio cristiano ha entrado en gravísima crisis: los llamados a continuar con la figura tradicional del sacerdocio no responden ni llegan y, al mismo tiempo, la escasez de los existentes y el envejecimiento de la mayor parte, ponen al descubierto una brecha que amenaza el modelo eclesiológico bipolar Clérigos / Laicos.

Puede que la ausencia de vocaciones sea un factor importante en este fenómeno. Pero, independientemente de él, se muestra otro aspecto que considero radical para esclarecer lo que está pasando y alumbrar un nuevo futuro: ¿Se trata simplemente de una crisis vocacional o más bien de un retomar el Evangelio y ver si el sacerdocio de Jesús , propio de todo cristiano, se ha mantenido en su recorrido histórico en lo que de verdad es o se lo ha reemplazado por otro, que lo trastueca profundamente?
Dada la preponderancia absoluta que la figura del sacerdote, tal como la conocemos hoy, ha adquirido por siglos en la cristiandad, a muchos les parece más que temerario cuestionar esta figura y suscitará -de ello no tengo duda- asombro, dudas y protestas inacabables.

No es mi tención entrar a describir la peculiar personalidad del clérigo , que le lleva a renunciar a la propia autonomía y libertad para cumplir incondicionalmente la norma del sistema clerical establecido, sino ver si la figura clerical dominante responde al nuevo sacerdocio de Jesús, con las consecuencias que esto conlleva para sus seguidores.
Esto supone, primero de todo , fijar el significado original del sacerdocio jesuánico y comprobar si , a lo largo de la historia, lo hemos sabido mantener o nos hemos apartado de él. Puedo adelantar que el estudio arroja luz en el sentido de que, a partir del siglo III, esa figura primordial fue adquiriendo rasgos y cualidades, que lo sustraían a la comunidad y se la reservaba a una minoría, como categoría superior al margen de la comunidad.

El inicio y el recorrido histórico nos traen hasta el mundo de hoy y entonces podemos confrontar si el retrato actual del sacerdote concuerda o no con el del comienzo.

EL SACERDOCIO DE JESUS

1.El sacerdocio como poder en el tiempo de Jesús

En las diversas culturas del Antiguo Oriente, existían los sacerdotes. Eran intermediarios entre Dios y los hombres (el mismo “patriarca” o rey del clan, que eran sacerdotes, estaban en simbiosis con Dios); suscitaban su poder y lo controlaban en lugares y fiestas determinadas ; eran creadores de santidad ritual y especialistas en sacrificios.

Dentro del pueblo judío, siglos antes de Jesús, aparecen también santuarios y grupos sacerdotales (levitas), especialistas en sacrificios. El Código Sacerdotal ( libros Levítico y Números ) hablan del Sumo Sacerdote como autoridad máxima , representante de Dios y delegado del Rey persa, quien una vez por año tiene que penetrar en el “Sancta Sanctorum” del templo para interceder por el pueblo.

Hasta la conquista romana (64 a. C) se mantiene esta situación y, a partir de ella, las funciones se dividen: un Gobernante romano con poder civil y un Sacerdote con autoridad religiosa.

2. Jesús fue un laico

Metido Jesús en su vida pública, se lo conoce y actúa como un laico, en la línea de los profetas y de los pretendientes mesiánicos, de los sanadores carismáticos y de los sabios populares. En el punto culminante de su vida, Jesús sube a Jerusalén y se enfrenta con los sacerdotes. Sube a Jerusalén, pero no para “legalizar” sus ritos y someterse a la autoridad de los Sumos Sacerdotes, sino para mostrar que el templo ya no tiene valor sagrado para el pueblo.

A muchos sacerdotes actuales, les sorprenderá que se diga de Jesús que fue un laico. Considero de gran utilidad sintetizar lo que el citado Xavier Pikaza desarrolla sobre este punto (Cfr. La novedad de Jesús: todos somos sacerdotes, pp. 13-31).

“ EL sacerdocio de Jesús coexiste en El desde su condición de laico. El Hijo del hombre, humano a cabalidad, no se atribuyó títulos de honor, pues títulos y honores los tenían otros (sacerdotes y rabinos, presbíteros, pontífices y obispos-inspectores), sino que actuó como un simple ser humano , sin tareas oficiales, ordenaciones jurídicas , ni documentaciones acreditativas. No se llamó sacerdote , ni recibió las sagradas órdenes, sino que fue un judío marginal, de origen galileo y de extracción campesina , obrero de la construcción (albañil o carpintero) sin tierras propias.

Jesús tuvo la certeza de que el tiempo se había cumplido y que Dios le impulsaba a proclamar la llegada del Reino , que él debía empezar ofreciendo a los enfermos, marginados y excluidos de Israel, para abrirlo después por medio de ellos a todos los hombres y mujeres, siempre a partir de los pobres. Se sintió Mesías enviado de Dios Abba, creador y amigo de los hombres, pero no quiso hacerse rey con poder político, ni fue sacerdote o guerrero sagrado, sino que pareció y actuó simplemente como un hombre, anunciando salud para los enfermos, plenitud para los pobres y reconciliación para todos. Así lo dijo y lo vivió sin cátedras, templos, palacios, en el “bazar” abierto de la calle y el camino.

Jesús, pues, era un laico o seglar, sin estudios ni titulaciones especiales, al interior de las tradiciones de Israel (en una línea profética) , pero fuera de las instituciones poderosas de su entorno (templo, posible rabinato). Creía que Dios era Padre de todos los hombres, creó un movimiento de sabiduría singular, curación integral y comunión entre los marginados de su entorno, a quienes iba despertando, acompañando y animando, pues ellos eran destinatarios y herederos del Reino de Dios, que es vida para los enfermos y hartura para los hambrientos y expulsados de la sociedad establecida (Cf. Mt 5,3; 11,5; Lc 6,20; 7,22).
Era un marginal y, como tal, estaba convencido de que sólo en el margen (fuera de las instituciones del sistema), podía plantarse la obra de Dios, la nueva humanidad porque el Reino pertenece a los pobres; no empleó métodos de reclutamiento y separación clasista, no adiestró a un posible grupo de combatientes, ni fundó una agrupación de especialistas de la ley ni un resto de “puros” frente a la masa perdida. No apeló al dinero, ni a las armas, ni educó un plantel de funcionarios , sino que vivió directamente en el bazar abierto de la vida.

Habló con imágenes que todos podían entender y actuó con gestos hacia los excluidos y necesitados que todos podían asumir. Compartió la comida a campo abierto con aquellos que venían a su lado y mostró un cuidado especial por los niños, enfermos y excluidos de la sociedad.
No fue un soñador cándido, ajeno a la sociedad (un simple contra-cultural), pero tampoco un hombre del orden social o religioso. No se le podía asemejar a los fariseos, que daban primacía a la ley; él colocaba el servicio y el amor a los pobres por encima de las normas nacionales. No fue un hombre del sistema, pero tampoco un outsider utópico. Fue profeta mesiánico y hombre carismático , al margen de la buena sociedad, pero supo ponerse en el centro de la gran plaza de la vida y promover la convivencia, desde un amor a Dios, que hace posible el perdón y la libertad entre hombres. La religión no era a su juicio, un sistema de organización sagrada, sino una experiencia directa de comunicación gratuita con Dios y entre los hombres

Dos eran sus principios:
-Creía en Dios y en su nombre actuaba.
– Fue amigo de los pobres. Ellos fueron los primeros destinatarios de su mensaje.
Quiso ser universal desde las zonas campesinas donde habitaban los humildes. En su mensaje cabían todos, por encima de las leyes de separación nacional, social o religiosa. Se rodeó de seguidores y amigos, algunos de los cuales dejaban casas y posesiones para estar con El. Convocó a doce discípulos especiales, los hizo mensajeros del nuevo Israel y los mandó a anunciar la llegada del Reino, sin que tuvieran autoridad administrativa o sacral alguna (no eran sacerdotes) sino como corazón de la nueva humanidad reconciliada.

Presentó su causa ante el gran Sanedrín, sin armas, pero los sacerdotes, secuestradores del Dios del Templo, le acusaron ante Pilato, y pensaron que condenándole a muerte acallarían su voz y destruirían su utopía mesiánica, que era peligrosa, por universal e igualitaria. Murió entre otros dos “bandidos”. Su delito fue amar y anunciar un Reino universal, pues el amor es peligroso para el sistema del templo y del imperio.
De manera que, en el comienzo real de la Iglesia, están los pobres, a cuyo servicio debían ponerse los Doce y los restantes seguidores. Dentro de su movimiento mesiánico, sin una filosofía especial, sin una fórmula social particular, sin un programa económico o político , militar o religioso , aparecía él simplemente como un hombre amigo de todos y, en especial, de los pobres y excluidos: “Por aquellas fechas vivió Jesús, un hombre sabio… autor de hechos extraordinarios y maestro de gentes que gustaban de alcanzar la verdad. Y, aunque condenado por Pilato a morir en la cruz, las gentes que le habían amado anteriormente, tampoco dejaron de hacerlo después. Y hasta el día de hoy no ha desaparecido la raza de los cristianos, así llamados en honor de él” (Flavio Josefo).

Sólo en este fondo de amor se puede entender a Jesús, profeta galileo marginado, en contacto directo con los excluidos, dentro de una sociedad dominada por un imperio implacable (cuyo César se proclamaba rey divino), mientras parecía que el Dios nacional y/ o judío, secuestrado por los jerarcas del templo, callaba. Jesús murió fracasado, pero su fracasó mostró que era verdad lo que había vivido y anunciado. Algunos de sus seguidores descubrieron que él estaba vivo y así reiniciaron el más prodigioso de los caminos mesiánicos de la historia”.
3. El testimonio de Pablo: LA Iglesia sacerdotal, muchos ministerios. El grupo que más próximamente seguía a Jesús, nunca se sintió un “cuerpo sacerdotal exclusivo” sobre el resto de los creyentes. Nos lo cuenta Pablo, que escribió sus Cartas a los 20 años de la muerte y pascua de Jesús. Todos, según él, constituyen Iglesia sacerdotal que crea y desarrolla muchos ministerios.

Necesitamos releer sus enseñanzas (Corintios, Romanos, Galatas….) para recuperar este sacerdocio frente a otras posteriores interpretaciones. Tres cosas claras recalca Pablo:
a)El Cristo mesiánico, cuerpo entero de la

Según Pablo, el Cristo mesiánico es como un CUERPO donde todos son miembros de todos, sin cabeza superior ni cuerpo subordinado. Dicho cuerpo despliega diversos carismas, unificados por el amor.
-Unos, vinculados a la PALABRA.
Profecía,
Enseñanza,
Consuelo.
-Otros, vinculados a la ACCION:
Diaconía (asistencia comunitaria),
Participación (entrega de los bienes a favor de los demás),
Presidencia (dirección de los asuntos comunes),
Acción Misericordiosa (ayuda personal humana).

Entre todos los carismas hay comunicación y encuentro y por ellos todos los cristianos son unos ministros de los otros. El casisma de la PRESIDENCIA viene reseñado como el último y a nadie de quienes lo ejercen se le llama obispo o presbítero, ni se lo concibe como sacerdote.
Pablo invierte, además, una experiencia religiosa de tipo jerárquico, que era dominante en el entorno helenista. Cada cristiano debe servir a los demás, especialmente a los que conforme al honor del entorno eran menos honrados; para la Iglesia son los más importantes los que menos tienen, pueden y saben.

Allí donde la Iglesia posterior se siente afirmando la unidad del Cuerpo desde un a jerarquía sagrada, de tipo episcopal o presbiteral, definida como signo de Dios o su Cristo, ella podrá ser platónica o romana, pero no paulina o cristiana.
La novedad descubierta por Pablo es que en el Cuerpo eclesial no hay jerarquías superiores , que se imponen, ni funciones exclusivas de varones (o mujeres) pues todos han sido llamados al servicio mutuo. El contexto social romano y helenista frenó esta novedad y así ha quedado en la Iglesia católica hasta tiempos actuales.
b)Actualidad de Pablo: superar el jerarquismo sacral y la exclusión de las mujeres

Estamos en los comienzos del tercer milenio, conocemos el peso de los condicionamientos helénico-romanos, que hoy podemos revisar y superar. El Cuerpo mesiánico es para todos encuentro igualitario en Cristo, superando el jerarquismo sacral y la exclusión de las mujeres.

Pablo habla de mujeres (Evodia y Sintique) y de grupos de colaboradores donde predominan las mujeres ( Tebe, Prisca, Aquila, María, Junia, Trifena y Trifosa, Pérsida…). Mujeres que se han esforzado por la causa de Jesús pero sin que en ningún momento las designe como inferiores o subordinadas al varón, están a su mismo nivel, al igual que él son “atletas” del Evangelio, portadoras del mensaje de Jesús. Estas mujeres son apóstoles (testigos de Jesús, servidoras de la comunidad y dirigentes (presidentes) de iglesias domésticas, como sucede también en otras comunidades cristianas. Sus ministerios han brotado de manera normal, según las necesidades apostólicas y organizativas de la Iglesia, por iniciativa de Pablo y de sus iglesias conforme al carisma del Espíritu Santo.

Todavía por entonces no se ha implantado en la Iglesia el patriarcalismo, que triunfará con las Cartas Pastorales (escritas por discípulos de Pablo) imponiendo una estructura de poder que es, en principio, extraña al Evangelio.
4.Sucesores de Pablo, comienza el patriarcalismo
Conocemos las Cartas de la Cautividad (Colosenses y Efesios) y las Cartas Pastorales (1 y 2 Timoteo y Tito), escritas por discípulos de Pablo, entre el 70-90 d.C. El mismo autor Xabier Pikaza resume así las innovaciones que se introdujeron:
-“Estas Cartas expresan un esquema jerárquico de organización social no fundada en los pobres y excluidos, sino que responde a una casa-familia rica, con buen amo, mujer, hijos y criados. (Cf. Ef 2,21; 4,12.16.29). (Idem, pg. 75).

“Aunque el carisma paulino pervive en ellas, sus autores tienen miedo de la libertad cristiana (quizás por temor al gnosticismo). Por eso, apelan a la autoridad, tanto en línea de tradición (mantener lo dado), como de organización (obedecer a presbíteros, obispos) para establecer las iglesias como grupos honorables, con orden y limpieza administrativa, siguiendo el ejemplo del buen judaísmo (retorno a un tipo de ley, que Pablo había superado) y el testimonio del imperio romano, sistema eficiente de personas y pueblos…
Se vuelve primordial un tipo de organización parecida a la que existe en el entorno. Los presbíteros-obispos , padres de la casa eclesial, acogen a los que vienen y enseñan a todos, son servidores de la palabra/oración. Lógicamente, las Pastorales no promueven la misión (no hay apóstoles), ni la experiencia directa de Jesús (no hay profetas) , sino que mantienen el depósito de la fe, la buena doctrina de la tradición, por unos ministros bien estructurados” (Idem, pgs. 90-91).

Podemos subrayar que en este tiempo comienzan a profesionalizarse las tareas del Evangelio y se asumen los principios de honor social, que Jesús había superado expresamente realizando seguramente la mayor inversión de la historia cristiana.
5. Reinterpretación de los ministerios desde una perspectiva sacral
En la Iglesia primitiva los diversos ministerios en ningún momento se identifican con un tipo de “sacerdocio”, propio del culto judío o pagano. El sacerdocio de Jesús se entiende de una forma nueva y como tal se aplica a la Iglesia entera. No esperemos que Pedro, Santiago, Juan o la Magdalena se presenten como sacerdotes, con elementos del antiguo Israel y del entorno helenista y romano.

Pero, es a partir del s. III d.C. que la Iglesia ha reinterpretado sus ministerios desde una perspectiva sacral, con elementos del antiguo Israel y del entorno helenista y romano. De este modo, los fieles llegan a perder su “carácter” sacerdotal y se vuelven meros laicos.
a) El ritual y sacerdocio de Jesús se identifica con su propia vida.
La Carta de los Hebreos sabe a heteredoxa, en cuanto rechaza el ritual de Jerusalén con su templo y sacerdotes y presenta el sacerdocio de Jesús como nuevo y más antiguo que el mismo de Jerusalén, tal como aparece con Melquisedec antes del ritual del Levítico y del Templo.

Hay entonces cristianos helenistas que rechazan y superan el templo con sus sacerdotes y no muestran ninguna nostalgia por la destrucción del templo (año 70 d. C) sino que esperan la reconstrucción final en el verdadero templo y sacerdocio de Jesús. Retornar al sistema sacral es una equivocación. Hebreos dice que hay que vivir el sacerdocio de Jesús sin templo ni sacerdotes superiores, con un nuevo sacerdocio.
La institución sacerdotal de Aarón (templo,culto y ritos de Jerusalén) desaparece y llega el nuevo sacerdocio de Jesús (Heb 9, 11-12). Desaparece el rito externo con su violencia sacrificial y emerge la vida personal , gratuita, que Jesús regala a Dios ofreciéndola a favor de los humanos. Culmina así su camino penetrando en el templo de los cielos y queda sin sentido la liturgia de Israel (Heb 10, 4-9). El único “sacrificio” es la vida. En esa línea, Jesús sí que es sacerdote, al expresar en su humanidad el ser divino y vivir en amor hacia los demás: “No olvidéis de hacer el bien y ayudaros mutuamente. Estos son los sacrificios que agradan a Dios” (Heb 13, 14).

Todos los creyentes , por la ofrenda de nuestra vida, quedamos integrados en el sacerdocio de Jesús. Todo intento de aplicar este sacerdocio a la función sacral de unos jerarcas (obispos o presbíteros) que se llamarían sacerdotes, carece de sentido.
El texto de los Hebreos condena, paradójicamente, el orden levítico con sus sacerdotes y sacrificios especiales. Pero, una parte de la Iglesia cristiana, en contra de los Hebreos, ha recuperado y expresado el simbolismo sacral del templo de Jerusalén (y la sacralidad greco-romana) en su organización y liturgia, en línea del Antigua Testamento.
Ha llegado, pues, el momento de volver a la letra y espíritu de Hebreos, que es tanto como asumir el carácter existencial y comunitario del sacerdocio de Jesús. La comunidad profesa una espiritualidad sacerdotal no reservada para algunos miembros superiores o especiales de la Iglesia.

Y esta misma enseñanza aparece en (1 Pedro y Apocalipsis): el sacerdocio es un don del pueblo entero, todos los cristianos auténticos son sacerdotes , todos forman el Reino , esperando la llegada de la nueva Jerusalén: “Todos los miembros de la comunidad, fieles al testimonio de Jesús y dispuestos a entregar la vida en la lucha final de la historia, se vuelven sacerdotes de este gran “sacrificio” que es el amor que se mantiene firme en medio de la persecución” ( X. Pikaza, Idem, p. 108).
6. Las gran inversión
Grupos de cristianos, después del 150, intentaron separar el cristianismo de su base israelita. La Iglesia reaccionó defendiendo su origen israelita, su idependencia y sus propios ministerios sacralizados.

“En ese contexto la Iglesia sufrió una re-sacralización judía , una jerarquización helenista ny una organización imperial romana. De esa manera, a partior del 200 d.C, la Iglesia se estructuró y expandió como cuerpo social y religioso , con una sacerdocio nuevamente “elitista”, de unos pocos, mientras que el judiasmo rabínico se centraba en las tradiciones laicales de la Misná…
Los cristianos apelaron pronto a una visión jerárquica del gobierno reinterpretando su culto en una línea sacral, de manera que sus sacerdotes aparecerán como un orden superior de humanidad, en contra de la experiencia de Jesús y de la primera Iglesia que vinculó el nuevo sacerdocio a la comunidad cristiana.

Dentro de una visión ontológica de la realidad y de la Iglesia, los de arriba (obispos, presbíteros) se presentarán como signo de Dios, en contra del Evangelio, que supo descubrir a Dios en los últimos del mundo, en los pobres y excluidos de la sociedad. Esta jerarquización se vincula con la filosofía griega y el imperio romano en cuyo entorno se introdujo el cristianismo. Mientras el judaísmo rabínico rompía sus relaciones con el helenismo para recuperar su matriz semita (hebrea, aramea), el cristianismo asumía desde la perspectiva de Jesús la filosofía jerárquica griega (platónica y estoica) y un tipo de organización romana (sacralizando así la autoridad).

Esta fue la gran inversión. Ella pudo “salvar” al cristianismo (evitando el riesgo de disolución gnóstica del Evangelio), pero lo hizo a costa de un elemento muy importante del mismo evangelio, que es la identificación del sacerdocio con la vida cristiana, es decir, con el amor comunitario abierto a Dios” (X. Pikaza, Idem, 112-115).

7. Bautismo y Eucaristía

En línea con lo dicho, conviene encuadrar el origen y significado del BAUTISMO y EUCARISTIA como dos de los signos laicales primordiales de pertenencia a la Iglesia.
BAUTISMO.
Muy pronto los discípulos, tras la expresión pascual de Jesús, bautizaban a los creyentes, indicando que “morían” para servir a la vida. El bautismo en agua fue la primera institución (signo) visible de los seguidores de Jesús.
El bautismo era un RECUERDO del bautismo de Jesús donde él recibe la misión de ponerse al servicio de los hermanos. En ese momento, Jesús se dispone a proclamar el triunfo de la vida de Dios a través del perdón y de los excluidos del sistema.

El bautismo aparece como un rito vinculado a la VIDA, al alcance de todos, signo de la salvación realizada por Cristo. Habiéndose cumplido la espera, Dios por medio del Espíritu, revela su obra en el rito entendido como don de Dios y compromiso al servicio de los demás: para realizar en el mundo lo mismo que Jesús.

Como el agua, es un rito UNIVERSAL, símbolo de un nuevo nacimiento en amor e igualdad. Es también un rito SECULAR, plenamente LAICAL, que puede realizarse por cualquiera de los creyentes y no por un grupo especializado de sacerdotes (que no existían). Jesús no fue al templo de Jersusalén a bautizarse ni a pedir permiso a los sacerdotes para poder bautizar. En la comunidad de los suyos, todos eran “sacerdotes” al estilo suyo, y todos podían bautizar.

EUCARISTIA
La eucaristía es una experiencia, vivida entre los discípulos, como COMIDA COMPARTIDA y RECUERDO de la vida de Jesús.
. Comida tenida en el campo con sus seguidores y con el pueblo, sin ningún rito.
. Comida que les recordaba la cena de despedida de Jesús, la última, con sus palabras: “Cuando os renunáis, haced esto en memoria de mí”, palabras dirigidas a ellos como representantes de la totalidad de los que le habían de seguir.
. Comida que les servía para unirse, vincularse, recordar que él estaba vivo, después de haber muerto por anunciar el Reino, y acrecentar entre ellos el conocimiento, el amor y la unidad como cuerpo mesiánico.

. Comida normal, al uso cotidiano del lugar, sin ser preparada por un cuerpo de sacerdotes ni liturgos especiales. A partir de los años 40, se había hecho un modelo universal, pero ajeno al modelo del sacerdocio de los sacerdotes de Jerusalén.
. Comida, y no rito sacrificial para ser repetido por sacerdotes profesionales. San Pablo, en ningún momento habla de quién debe presidir esa “comida” integrada por el Pan y el Vino. Le preocupa cómo se vive y cómo ayuda a los que en ella participan. La regulación de la presidencia está ausente. Preside, dentro de la casa familiar, uno u otro, hombre o mujer, sin aludir para nada a un ordo de sacerdotes que se atribuyera tal tarea como propiza. Cómo entra más adelante el modelo patriarcal, lo explica con claridad y rigor Xabier Pikaza.

(A su tiempo, continuaré mi síntesis sobre la segunda parte del libro: señalar en forma prospectiva el camino abierto, para que sea recorrido por lo que debe ser el estilo de vida de la Iglesia con sus ministerios mesiánicos).

 

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