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Dom 23.3.14. “Dame de beber. Agua, el futuro de la vida”.

Domingo, 23 de marzo de 2014

Jesús-enseña-a-una-mujer-Samaritana1Del blog de Xabier Pikaza:

Dom 3. cuaresma Ciclo A. Juan 4,5-42. El evangelio de este domingo es un prodigio de evocaciones. Lo cito después, léase por favor. Meditemos ahora:

1. El futuro de la vida humana sobre el mundo está vinculado al agua conservada y compartida, al agua limpia, no contamina, para todos los hombres y mujeres de la tierra. Las “guerras” o paces del futuro (en especial en Palestina, tierra de la Biblia) se harán en torno al agua, agua de Dios, agua de todos, como supone el evangelio de hoy.

2. Estamos ante un “pozo” donde buscan agua para saciar la sed hombres y mujeres que vienen de muy lejos;
cientos de millones de mujeres, de hombres y niños viven todavía sin agua corriente, sin agua potable, condenados a la sed y a las enfermedades que nacen de las aguas corrompidas. Jesús dice con ellos: ¡Tengo sed, dame de beber! Hay agua para todos, pero algunos la manipulan.

3. En un pozo como éste se juntan y se dan de beber los enamorados (según un tema clásico de la Biblia, que aparecen en las historias de Raquel y de Moisés). En ese contexto se sitúa el evangelio; una mujer da de beber a Jesús del agua que ella tiene, Jesús le ofrece el agua que el tiene… Estamos en el pozo de Jacob, donde se centra la historia de Israel, el pozo donde empieza la nueva historia cristiana.

4. Éste es un pasaje clave de mística y de historia cristiana, un pasaje que nos abre al infinito de la Vida. Teresa de Jesús reflexionó sobre las formas de sacar agua del pozo de Dios y de la vida. Gustavo Gutiérrez ha escrito un libro precioso titulado: “Beber del propio pozo”. Yo poco puedo aportar, a no ser mi pequeña experiencia bíblica.

Texto, Juan 4,5-42

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: “Dame de beber.” Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?” Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó: “Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.” La mujer le dice: “Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?” Jesús le contestó: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.” La mujer le dice: “Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.”

[Él le dice: “Anda, llama a tu marido y vuelve.” La mujer le contesta: “No tengo marido.” Jesús le dice: “Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.”

La mujer le dice: “Señor,] veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.” Jesús le dice: “Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.” La mujer le dice: “Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo.” Jesús le dice: “Soy yo, el que habla contigo.”

[En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: “¿Qué le preguntas o de qué le hablas?” La mujer entonces dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente: “Venid a ver un hombre que me ha dicho todo lo que ha hecho; ¿será éste el Mesías?” Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él.
Mientras tanto sus discípulos le insistían: “Maestro, come.” Él les dijo: “Yo tengo por comida un alimento que vosotros no conocéis.” Los discípulos comentaban entre ellos: “¿Le habrá traído alguien de comer?” Jesús les dice: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No decís vosotros que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así, se alegran lo mismo sembrador y segador. Con todo, tiene razón el proverbio: Uno siembra y otro siega. Yo os envié a segar lo que no habéis sudado. Otros sudaron, y vosotros recogéis el fruto de sus sudores.”]

En aquel pueblo muchos [samaritanos] creyeron en él [por el testimonio que había dado la mujer: “Me ha dicho todo lo que he hecho.”] Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.”

PRIMERA NECESIDAD

He estudiado el tema del agua en mi Diccionario de la Biblia (Verbo Divino, Estella 2009). Para aquellos que no lo tengan a mano puedo ofrecer aquí las reflexiones básicas que allí he condensado.

Las primeras necesidades del hombre son la comida y bebida (sólo después viene el vestido y la casa, la salud y libertad). Ciertamente, hay otras carencias dolorosas (de cariño, cultura, palabra…; cf. Mt 4, 4). Pero la más honda, la más dura, es la falta de comida y bebida.

Allí donde este mundo lleno de riquezas condena al hambre y sed (pan tasado y agua contaminada) a millones de personas (o las pone en situación de inseguridad permanente) no sólo se vuelve injusto, sino contrario a la voluntad de Dios. Pues bien, en este contexto Jesús viene a presentarse como Mesías de los hambrientos y sedientos. Es Mesías porque comparte el hambre y sed de los hombres. Es Mesías porque inicia un movimiento de liberación que empieza dando de comer y de beber a los hambrientos y sedientos.

El hambre y sed son la primera de las necesidades y deberían ser fáciles de remediar, pues la tierra puede ofrecer alimento y agua suficiente para todos. Más todavía, el capitalismo moderno sabe producir, de manera que hay (puede haber) comida y agua sufriente para remediar el hambre y sed universal. Pero el capitalismo no sabe compartir: no quiere que todos los hombres se sienten a la mesa de la palabra (diálogo gratuito) y de la “bendición” del pan y del agua, para comer y beber y para ofrecerse dignidad unos a otros, cultivando el misterio de la vida, en amistad y de confianza. Por eso, mientras haya división en el mundo, mientras unos acaparen y posean a costa de los otros seguirá habiendo hambre y sed, no habrá justicia, ni se cumplirá la voluntad de Dios en la tierra.

Hambre y sed tienen múltiples raíces (la relativa escasez de recursos, la falta de desarrollo de determinados colectivos nacionales o sociales…), pero en sentido más profundo, ellas tiene dos causas principales:

1. El egoísmo de muchos individuos y grupos, que no quieren compartir los bienes de ese mundo que ellos acaparen y producen (hacen producir a otros) para sí mismos.

2. La injusticia del sistema
, que pone un tipo de desarrollo económico por encima de la vida humana. Ciertamente, el hambre-sed es un problema físico (proviene de la carencia de bienes), pero está vinculado al egoísmo de alguno y a la violencia del sistema. Para superar el hambre es necesario un sistema distinto (no capitalista) y para ello tiene que cambiar la manera de entender y vivir los valores de la vida.

Esta palabra de Jesús (¡tuve sed y me disteis de beber!) es principio de interpretación del evangelio. Es una palabra que no se puede espiritualizad: aquí se trata de la sed material, de la necesidad de aquellos que carecen de agua para beber y vivir en libertad. Sólo allí donde todos los hombres y mujeres tierra pueden comer y beber con dignidad e higiene puede hablarse de un comienzo de Reino. Ciertamente, el agua tiene otros sentidos, como hemos podido señalar en todo lo anterior. Pero el agua primera, agua de Dios (bendita o sagrada) es aquella que debemos dar a los pobres.

AGUA ESPIRITUAL (DAME DE BEBER). EVANGELIO DE JUAN

1. Agua de Caná. Nuevo Israel

Ante el ruego de su Madre (¡María, la buena aguadora!) Jesús convierte el agua de las seis tinajas de las purificaciones (seis es siempre el número imperfecto de este mundo que no alcanza la plenitud) en vino de bodas, es decir, de alegría mesiánica (cf. Jn 2, 1-11). Sin ese paso del agua de la purificación al vino de la vida no existe evangelio.

2. Agua de Nicodemo. Nueva Creación

“En verdad, en verdad te digo que a menos que uno nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede nacer un hombre si ya es viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? Respondió Jesús: En verdad, en verdad te digo que a menos que uno nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Jn 3, 3-5).

3. Agua del pozo de Siquem. Agua del templo espiritual

Todo el que bebe del agua de ese pozo (de Siquem) volverá a tener sed. Pero cualquiera que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna (cf. Jn 4, 13-14).

Este pasaje nos sitúa cerca de la disputa de Jesús con el diablo en los sinópticos. Puede haber un diablo que ofrece comida y bebida, para esclavizar mejor a los hombres y tenerlos sometidos, como sabe bien cierto capitalismo moderno. Por eso, Jesús ha respondido: “no sólo de pan (y de agua) vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (cf. Mt 4, 4). No basta el pan y agua, es necesario además (al mismo tiempo) el Espíritu y la Palabra (como supone Gen 1, 1-3), es decir, la libertad y dignidad. Pero un Espíritu-Palabra sin pan-agua real es también mentira, sería un desprecio al Creador del mundo.

4. Agua del templo de Dios, agua del costado de Cristo

– El último y gran día de la fiesta, Jesús se puso de pie y alzó la voz diciendo: Si alguno tiene sed que venga a mí; y que beba aquel que cree en mí; pues, como dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su interior. Esto dijo acerca del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él, pues todavía no había sido dado el Espíritu, porque Jesús aún no había sido glorificado (Jn 7, 37-39).

Jesús está en la fiesta judía de los Tabernáculos y en ella se realizaba una liturgia del agua que evoca los grandes textos ya citados del Antiguo Testamento: el agua de la roca en el desierto, el agua que brota del templo (al final de Ezequiel). Pues bien, conforme al testimonio de Juan, todas esas aguas se concentran ahora en Cristo. El agua de Cristo es, sin duda, un agua mística abierta a la contemplación de Dios. Pero, al mismo tiempo, es el agua de la curación de los enfermos (como indica el milagro de la piscina probática, en Jn 5, 3-7, y el de la fuente de Siloé, en Jn 9, 7), el agua del servicio mutuo que consiste en lavarse los pies unos a otros, empezando por los señores a los siervos (cf. Jn 13, 1-17), el agua de vida que bota, con la sangre, del costado del Cristo (Jn 19, 34; cf. 1 Jn 5, 8).

5. Jesús tiene sed, Jesús es fuente de agua

En el lecho de muerte en la cruz Jesús dijo: “Tengo sed”, la sed de todos los hombres y mujeres del mundo…, el hambre y sed de justicia, del reino de Dios que es amor (cf. Mt 5, 6). Ésta es la palabra clave de Jesús al final de su vida, en Jn 19, 28

Pero el mismo Jesús sediento da de beber a todos, pues de su costado atravesado por la lanza salió sangre agua (Jn 19, 34), la sangre de la vida que se entrega a favor de los demás, el agua de la nueva creación… agua universal, para compartir entre todos.

AGUA MATERIAL, AGUA HUMANA (EVANGELIO DE MATEO)

El tema del agua en la Biblia cristiana culmina en Mt 25, 31-46, donde la exigencia de “dar de beber al que tiene sed” se convierte en sentido y clave de la vida humana. El motivo de dar de beber al sediento aparece con cierta frecuencia en la Biblia, aunque casi siempre de un modo indirecto, como algo que se supone (junto a la exigencia de dar de comer al hambriento). Por eso, a Job le acusan diciendo: no diste agua al sediento… (Job 22, 7).

En ese contexto, el libro de los Proverbios habla incluso de dar de beber al enemigo: “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer pan; y si tiene sed, dale de beber agua; pues así amontonas carbones encendidos sobre su cabeza y Yahvé te recompensará” ( Prov 25, 21; cf. Rom 12, 20). Uno de los grandes “delitos” del desierto (en la Biblia) era cegar o envenenar los pozos, incluso de la tierra de los enemigos. Eran tiempos duros, se podía hacer guerra (en ciertos casos), pero quien cegara los pozos de las estaciones de la estepa era reo de muerte.

El Nuevo Testamento ha desarrollado esta exigencia, situándola en el centro de su mensaje. Jesús confía en la bondad de los hombres y mujeres, que darán agua a sus discípulos, pues jamás se había oído que hubiera personas que no dieran agua al caminante:

“Cualquiera que os dé un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, en verdad os digo que jamás perderá su recompensa” (Mc 9, 41; Mt 10, 42).

Jesús está seguro de que sus enviados recibirán pan y agua suficiente para vivir. Yo lo he sentido, en propia carne, caminando por zona de estepa en Palestina, al llegar jadeante ante una puerta de casa o de tienda: Sin yo decir nada, ha salido un hombre o mujer a darme agua. Sólo después que hemos bebido hemos hablado, pues es bueno compartir la conversación, cuando hay agua compartida.

Pues bien, ampliando ese motivo, Mt 25, 31-46 supone que todos los pobres-sedientos son presencia de Cristo:

Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber…En verdad os digo: cada vez que disteis de beber a los más pobres, me disteis a mí el agua que yo más necesitaba (cf. Mt 25, 31-46).

Las primeras necesidades del hombre son la comida y bebida (sólo después viene el vestido y la casa, la salud y libertad). Ciertamente, hay otras carencias dolorosas (de cariño, cultura, palabra…; cf. Mt 4, 4). Pero la más honda, la más dura, es la falta de comida y de bebida. Allí donde este mundo lleno de riquezas condena al hambre y sed (pan tasado y agua contaminada) a millones de personas (o las pone en situación de inseguridad permanente) no sólo se vuelve injusto, sino contrario a la voluntad de Dios.

En este contexto Jesús ha querido presentarse como Mesías del Agua (de los hambrientos y sedientos).

— Es Mesías porque comparte el hambre y sed de los hombres.
— Es Mesías porque inicia un movimiento de comunión (liberación) que empieza dando de comer y de beber a los hambrientos y sedientos.
El hambre y sed son la primera de las necesidades y deberían ser fáciles de remediar, pues la tierra puede ofrecer alimento y agua suficiente para todos. Más todavía, mundo moderno sabe producir, de manera que hay (puede haber) comida y agua sufriente para remediar el hambre y sed universal.

Pero este mundo nuestro no sabe o, mejor dicho, no quiere compartir: no quiere que todos los hombres se sienten ante la bendición del agua (en hebreo, bendición y estanque de agua se dicen de la misma forma). La primera bendición de Dios es que haya agua para todos.
Birkak, beraka… y (al-berka, baraka en árabe), son lo mismo:
Bendición de vida, signo de Dios, agua abundante….

Por eso, mientras haya sed en el mundo (agua sucia y tasada para millones de personas), mientras unos acaparen y posean a costa de los otros seguirá habiendo hambre y sed, no habrá justicia, ni se cumplirá la voluntad de Dios en la tierra.

Por eso, el cielo del principio (Gen 2) y el cielo del final (Ap 21-22) son unos ríos, una fuente de vida hecho río de agua potable, alameda de sombra junto a las aguas (cf. también Sal 1), agua espiritual y material, que al fin es lo mismo. Pero no agua para el egoísmo de algunos, sino para el amor de todos.

Esta palabra de Jesús (¡tuve sed y me disteis de beber!) es principio de interpretación del evangelio. Es una palabra que no se puede espiritualizad: aquí se trata de la sed material, de la necesidad de aquellos que carecen de agua para beber y vivir en libertad. Sólo allí donde todos los hombres y mujeres tierra pueden comer y beber con dignidad e higiene puede hablarse de un comienzo de Reino. Ciertamente, el agua tiene otros sentidos, como hemos podido señalar en todo lo anterior. Pero el agua primera, agua de Dios (bendita o sagrada) es aquella que debemos dar a los pobre.

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